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Dra. Cristina Talavera - Consejera Cristiana
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La Culpa

La culpa es la debilidad más común, pues la mayoría de nosotros las sufrimos en mayor o menor grado.

La culpa es una emoción alimentada siempre por el recuerdo (una imagen) de una acción, omisión o pensamiento que esta fuera de la voluntadad de Dios u otra persona y que resulta en daño para otro y para si mismo.

La culpa se aprende en la niñez a través del mensaje culposo que es una forma especial de hablar que ordena las palabras de una forma específica, mezclándolo con una frase despectiva y un tono incriminatorio con el fin de manipular o herir. 

El pensamiento culposo no es igual al pensamiento espiritual, la culpa habla en el interior de una forma hiriente, la voz del espíritu del hombre invita a la persona a encontrar soluciones y aprender de cada suceso de la vida. 

La culpa trae graves consecuencia que impiden el crecimiento espiritual. 

La culpa alimenta el yo: Una persona que se siente culpable tratará de cambiar por sus propias fuerzas con el fin de liberarse de la culpa no escogerá espiritualmente la ayuda de Dios pues la culpa le hace creer que si lo alcanza por voluntad y esfuerzo propio, será digno ante Dios se merecerá el perdón esto hace que la persona ponga su fe en su propia capacidad "el yo" y no en el poder de Dios. 

Consecuencias de la Culpa 

1.- La culpa le roba el efecto de gratitud al perdón y a la gracias de Dios: Las personas que se sienten perdonadas por Dios, las que él sacó del pecado y liberó del infierno, se sienten tan agradecidas que no pueden parar de hacer obras por gratitud a Dios, son personas que les fluye el deseo de agradar a Dios no por culpa u obligación sino más bien por agradecimiento. Cuando una persona se siente culpable tiende a obligarse a agradar a Dios, se obliga a orar, ayunar, etc. cayendo en religiosidad. Por otro lado la culpa hace que después de recibir el perdón de Dios la persona no se sienta perdonada. 

2.-  La culpa ata al pasado haciendo perder las bendiciones del presente: Muchos de nosotros sufrimos apuñalándonos por errores del pasado, eso nos provoca que nos estanquemos en determinada época de nuestra vida (un aborto, relaciones sexuales antes de tiempo, etc.) y vivamos sin ver las bendiciones de Dios pues en muchos casos nos sentimos indignos por esto que está en el pasado.

3. La culpa hace que veamos los errores más grandes de lo que en realidad son: La mentalidad culposa produce un sentimiento de indignidad muy profundo haciendo que maximicemos las situaciones en las que nos equivocamos provocando que le demos una dimensión exagerada  aterradora.  

4. La culpa no le permite decidir eficazmente: Muchos de los que nos equivocamos tendemos a dejarnos llevar por la culpa sin tener la capacidad de reflexionar en el error, decimos: "si la hice negra también la hago trompuda". No hay capacidad para detenernos y rectificar en el acto.

5. La culpa no le permite aprender de los errores: La mayoría de nosotros al equivocarnos nos apuñaleamos después de un error y no somos capaces por la culpa de sacarle una lección al error, creemos que lo correcto es solamente aprender del éxito, esto hace que caigamos una y otra vez en lo mismo pues no aprendimos del error anterior.  

7. La culpa hace que aprenda a disculparse con excusas: Las personas que se les hace sentir culpables cuando se equivocan reaccionan la mayoría de las veces defendiéndose con una excusa. 

8. La culpa hace que lastimes a otros haciéndoles sentirse culpables manipularlos o hiriéndolos: Las personas que fueron criadas y enseñadas a través de la culpa y/o que se sienten muy culpables tienden a manipular a otros, creyendo que así cambiarán. Un grupo no menor usa la culpa como arma para herir y controlar. 

9. La culpa produce rebeldía: Una persona que la culpan constantemente para educarle o adoctrinarle tiende, tarde o temprano a generar una conducta rebelde. 

10. La peor de las consecuencias de la Culpa es que nos hace sordos a la voz del Espíritu Santo y sensibles a la voz de Satanás: La culpa es el instrumento más poderoso que los demonios tienen para hacer que una persona nunca crezca, la culpa le dice al cristiano que Dios lo rechaza y Satanás se lo afirma, la culpa hace sentir indigno de la gracia de Dios a un cristiano y Satanás le ayuda a creerlo. El usa la culpa para apartar al cristiano de toda posibilidad de cambio. 

Debemos quedar claros en que no estamos enseñando a los hermanos a tomar una actitud pusilánime, falsamente se nos ha dicho que nuestro enfoque tiende a "chinear» el pecado. Esto es falso pues lo que intentamos enseñar es a no sentirse culpables sino a sentirse concientes. Lo que está mal lo está y no tratamos de hacer que las personas lo ignoren sino que con las fuerzas de Dios, no las nuestras, y, por gratitud y respeto a Dios, no por culpa y religiosidad, encontremos la manera de enfrentarlo.

La terapia del arrepentimiento
Por Dwight Longenecker

La verdadera sanación proviene de hacernos cargo de nuestros propios problemas, no de culpar a otras personas por ellos. ¿ Pero cómo podemos sobreponernos a nuestra tendencia a culpar a los demás? El culpar a otros por nuestros problemas es una reacción natural pero inmadura. Tenemos que aprender a comportarnos con madurez.

A veces los adultos usan todo tipo de trucos para evadir la culpa, pero esto no lleva a la sanación. Los programas seculares de autoayuda son buenos para que la gente pueda asumir la responsabilidad por sus propios problemas, y se decida a hacer algo para resolverlos. Sin embargo, uno de los defectos de dichos programas es que dan la impresión de que podemos hacer algo sobre nuestros fracasos y nuestros problemas, sin ninguna ayuda. Es decir, que si solo tuviéramos más fuerza de voluntad y pensáramos de una manera más positiva, podríamos sobreponernos a todo. Tristemente la mayoría de nosotros no podemos hacerlo; necesitamos ayuda.

La persona madura se da cuenta de que sus problemas le pertenecen a ella y que solo hay dos personas que pueden ayudarla. La primera es ella misma y la segunda es Jesucristo. Como resultado, la mejor terapia y el mejor modo de resolver los problemas, es aprendiendo a decir "lo siento" a un nivel más profundo.

Cuando nos confesamos recibimos una excelente dosis de terapia interior. La confesión ayuda y el perdón verdaderamente nos hace mejores personas. Hay tres áreas problemáticas en nuestras vidas que podemos incluir en nuestra confesión. Generalmente hemos sido enseñados a pedir perdón solo por lo que hemos hecho. Sin embargo, también podemos pedir perdón por lo que hemos dejado de hacer y por las cosas que nos han hecho.

Cuando incluimos en nuestra confesión las cosas que hemos hecho, estamos dando un primer paso enorme para dejar el comportamiento inmaduro de culpar a los demás. Cuando confesamos no podemos culpar a otros; admitimos nuestras faltas y se las presentamos a Dios. Quizás sea cierto que cometemos pecados debido a emociones confusas o por circunstancias que están fuera de nuestro control. Todas nuestras acciones y decisiones surjen del complejo estado de nuestro corazón. Dios lo sabe y comprende todo esto. En lugar de analizar todos esos factores, El quiere que simplemente nos presentemos ante El, le digamos el mal que hemos hecho, y le dejemos a El el resto. Cuando presentamos nuestros problemas y pecados externos al confesar, la gracia de la absolución entra profundamente a nuestras vidas y mata las raíces del pecado...

A veces me olvido de confesar las cosas que he dejado sin hacer, pero quizás en esa área de mi vida es donde he cometido los pecados más grandes. Lo que hemos dejado de hacer es el símbolo de todo lo que podríamos haber sido en el plan de Dios. Si solo pudiéramos ver una mínima parte de la gloria para la cual fuimos creados, nos daríamos cuenta hasta qué punto hemos fallado. Fuimos creados para ser los hijos e hijas eternos del Rey de la Gloria; hermanos y hermanas de los santos y coherederos con Cristo. Dios quiere que nosotros seamos totalmente sanados algún día, y que brillemos con la radiancia de Cristo. Al ir a confesar debemos recordar el gran potencial que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. Entonces nos daremos cuenta de que nuestra falta de amor y nuestra tibia devoción a Dios, es el mayor problema de nuestras vidas.

Cuando yo era un clérigo, recuerdo que un hombre llamado Steve vino a verme. "Tú siempre nos estás diciendo que perdonemos a los demás"- me dijo. "Sin embargo, ¿qué hace uno si no puede perdonar a alguien?" "A quién no puedes perdonar?" - le pregunté. Me contestó : "Mi amigo Richard era mi socio en el negocio y mi mejor amigo. El año pasado me enteré de que no solo me estaba robando la mitad de mi parte en el negocio, sino que además mi esposa me estaba siendo infiel con él. Le odio y no puedo dejar de odiarlo."

Cuando Steve estaba hablando recordé un verso bíblico : "¿ Quién puede personar los pecados sino solamente Dios?" De pronto me di cuenta de que es imposible que podamos perdonar a alguien, contando solo con nuestras propias fuerzas.

Por tanto, cuando acudimos a confesarnos también debemos de hablar de todo lo que nos han hecho. No lo hacemos para culpar a la otra persona, sino para pedirle a Dios las fuerzas para perdonar. En el Padre Nuestro decimos : "Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden." Pero quizás debíamos de interpretar esa frase del Padre Nuestro de la siguiente manera : "Perdónanos nuestras ofensas, a la misma vez que perdonamos a los que nos ofenden." Con esto en mente llevaremos al confesionario lo que nos han hecho nuestros padres o maestros hace años, o lo que nos hizo ese mismo día nuestro jefe, nuestro cónyugue o nuestra familia. De este modo, al confesar nuestros pecados también podemos confesar nuestra incapacidad para perdonar, y pedirle a Dios que Su perdón fluya a través de nosotros, hacia aquellos que nos han hecho daño.

Es así como al pedir perdón en el sacramento de la reconciliación, este tiene un poderoso efecto sanador en nuestras vidas. En lugar de culpar a nuestros padres, nuestros maestros o a las circunstancias o los factores sociales, nos hacemos cargo de nuestros propios problemas y los traemos ante la presencia de Dios para pedirle Su ayuda. Cuando lo hacemos, la sanación que ocurre es poderosa y real; llega hasta las raíces de nuestros pecados, nos fortalece para hacer lo que debemos hacer, y llega a aquellos que han pecado contra nosotros. Recuerdo que una vez me dijo un viejo sacerdote : "La confesión es un sacramento simple, humilde y lindo; es más eficiente que la psicoterapia, más rapido y menos doloroso." y guiñándome un ojo añadió : " Y es más barato también."

LA CULPA

 

Ese componente de nuestro hacer, de nuestra vida. Ese elemento aparentemente "mamado" junto a la leche vital de nuestras madres, que nos hace angustiarnos, torturarnos, despreciarnos.

Si nos fuésemos a la definición netamente enciclopédica de la Culpa o Pecado, tendríamos que caminar los vericuetos de la   religión, y en ellos, encontrar que no es otra cosa más que la   transgresión de una ley o práctica sagrada, sancionada por la divinidad. Esta transgresión es considerada según el judaísmo, el cristianismo, y el Islam. Podemos decir que en la mayoría de las religiones existe una determinada idea de lo bueno y lo malo, de aquí que, tal vez la manifestación más temprana de estas nociones fue el fuerte oprobio relacionado con la transgresión de un tabú, pero únicamente en las tradiciones judeo-cristiana e islámica se considera la referencia característica del pecado, convirtiéndose en el mal, comportamiento en un crimen directo contra el Ser Supremo. En cambio, el gnosticismo y maniqueísmo, fusiones del pensamiento cristiano con influencias zoroástricas, considera que el pecado es una manifestación de la caída del espíritu humano del ámbito divino y su encerramiento en el demoniaco mundo material. En el hinduismo, el budismo, y el jainismo, el concepto más cercano al pecado es el de un desmerecimiento, la acumulación, a través de malos comportamientos, de malas consecuencias, que deben purgarse mediante un proceso de transmigración.

Conceptos judíos y cristianos sobre la Culpa

No hay libro sagrado, donde podamos encontrar más desarrollado el sentido del pecado o la culpa, como en la Biblia. Si nos adentramos a través de las Escrituras, el pecado es el elemento que enemista a los seres humanos con Dios, lo cual exige que haya arrepentimiento para obtener su perdón. En el Nuevo Testamento, el pecado es la condición humana esencial que reclama la labor redentora de Cristo.

Podemos definir que en la Iglesia cristiana, hasta la controversia entre el monje británico Pelagio y San Agustín de Hipona, el gran padre y doctor de la iglesia, la doctrina del pecado, la concreción de la Culpa, no fue desarrollada por completo. Los primitivos padres griegos de la Iglesia consideraban el pecado como una oposición a la voluntad de Dios. Aún así, no afirmaban que la culpa del pecado del primer hombre, Adán, o la corrupción de su naturaleza alcanzara a toda la humanidad.

En este devenir por las raíces del cristianismo, conseguimos al primitivo escritor eclesiástico cristiano Tertuliano, quien sostenía en su doctrina del traducianismo, que la realidad del pecado había sido transmitida desde Adán. Pero se reservó a Agustín la formulación de la doctrina del pecado original, y él mantiene, en contra de Pelagio, que el pecado de Adán corrompía toda la naturaleza humana; que su culpa y su sanción pasarían a todos sus descendientes; que todos los seres humanos han nacido en estado de pecado y que debido al pecado original de Adán, son incapaces de satisfacer a Dios y están por su propia condición dispuestos a seguir en el mal. Pelagio hizo hincapié en la voluntad libre y el esfuerzo moral individual, y negó el pecado original. La Iglesia ortodoxa ha continuado afirmando que la voluntad humana es tan libre como lo era la de Adán antes de su caída. En el siglo XIII, el filósofo escolástico escocés John Duns Scoto admitió que la humanidad había perdido, debido a la caída de Adán su justitia originalis (en latín, sabiduría original), pero subrayó el carácter libre de la voluntad.

Culpa y Pecado bajo el prisma del Protestantismo

Importante es buscar definiciones de la Culpa y el Pecado en el Protestantismo, y así durante la Reforma protestante, Martín Lutero y Juan Calvino mantuvieron el acento agustiniano del pecado original y de la gracia de Dios como medio de redención. Ulrico Zuinglio consideraba el pecado desde el punto de vista de un mal heredado; los arminianos y socinianos negaron de forma taxativa el carácter hereditario del pecado, y el teólogo alemán protestante del siglo XIX Friedrich Schleiermacher argumenta en relación al pecado, que éste se debe a la total  incapacidad humana para distinguir entre una dependencia absoluta de Dios y una sujeción relativa del mundo temporal.

El dogma católico distingue entre el pecado mortal, que destruye la relación del individuo con Dios y merece la condena eterna, y el pecado venial, que, aunque es grave, no separa al ser humano de Dios. Da renglones a la Culpa,  los protestantes han rechazado esta distinción

Conceptos islámicos de la culpa

Para el concepto Islámico del Pecado o Culpa, éste es  el orgullo humano, el cual viola la unidad de la creación, ya que presupone autonomía humana, y se rebela contra el orden divino, negando el propósito fundamental del hombre: servicio y obediencia a Dios. A pesar de la génesis del Islam, génesis que le enmarca dentro  de la tradición judeo-cristiana, el Corán niega de forma específica la doctrina cristiana del pecado original, y establece que Dios perdonó a Adán su transgresión en el Jardín del Edén. Sin embargo, los humanos falibles tienden a olvidar los límites que fija su propio ser y aspiran a la categoría de dios ilimitado, sobre todo cuando son tentados por Satán.

Vemos entonces, que para el Islam, el pecado es, por tanto, consecuencia de la debilidad humana más que de una condición heredada de corrupción. La cadena de profetas enviados por Dios para testificar frente al propósito divino y poner a la humanidad de nuevo en el sendero recto es prueba de la eterna tendencia humana hacia el error. El descreimiento es, pues, una expresión de orgullo pecaminosa.

Aquí nos encontramos con el término árabe para un no creyente, para un culpable, un "kafir" que significa literalmente no agradecido. Para el Islam, el corazón del no creyente está sellado por Dios contra la palabra verdadera, sin embargo permite  el arrepentimiento sincero, lo que restaurará al penitente en una condición pura, sin pecado, puesto que Dios concede siempre su gracia. Este arrepentimiento se expresa mediante la conversión a la verdad. La doctrina islámica establece que el pecado es castigado por Dios, juez de todas las cosas, de moral perfecta. El último juicio completo del pecado tendrá lugar el Día del Juicio Final, y los pecadores serán condenados al fuego eterno.

Culpa, en el campo del Derecho civil

La culpa se contrapone al dolo. Referida al deudor de una obligación, la culpa o negligencia consiste en la omisión —no dolosa— de aquella diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. No se cumple con el deber de previsión y el subsiguiente deber de evitación de los posibles impedimentos de la prestación o conducta debida. En función de la diligencia omitida, suele hablarse de supuestos de culpa lata (grave falta de diligencia, omisión de las precauciones más elementales), culpa leve (omisión de la diligencia normal, de las precauciones que suelen tomar las personas corrientes) y culpa levísima, que consiste en la omisión de la diligencia propia de las personas escrupulosas. La culpa lata suele equipararse al dolo. En los supuestos en que el deudor sea un profesional, el referente radicará en la diligencia exigible a los profesionales que desempeñen la misma actividad. Es posible, en mayor o menor medida, el establecimiento de cláusulas modificativas de la responsabilidad por culpa, ya sean éstas de exoneración o de limitación de la responsabilidad, ya de agravación de la misma. Se habla también de culpa en el ámbito del Derecho penal, que se produce cuando, sin intención de dañar, mas sin proceder con la diligencia debida, se causa un resultado dañoso y tipificado por la ley penal. Se distingue también, en este campo, entre culpa lata, leve y levísima. Se distingue asimismo entre culpa consciente e inconsciente, dependiendo de que el agente se represente o no de las consecuencias perjudiciales que puedan derivarse de sus actos, por mucho que confíe en que no se produzcan y no tomándolas por ello en cuenta.

Teniendo ahora estas definiciones conceptuales de la Culpa o pecado, es necesario ubicarnos en tiempo y contemporaneidad y conocer ya la posición de científicos de la conducta al respecto de esta actitud tan sembrada en el alma y el comportamiento humano, actitud, sensación, aceptación que muchas veces nos conduce a verdaderos infiernos vivenciales.

Al respecto, resaltaremos los señalamientos  que un equipo de psicólogos británicos ha planteado, después de un amplio estudio conductual. En él  aseguran que quienes logran disfrutar plenamente de los placeres, son también los que gozarán de mejor salud frente a  aquellos que tienen sentimientos de culpa. Este planteamiento ha sido reforzado por el especialista Geoff Lowe quien ha dicho en una reunión de la Sociedad Británica de Psicología que "es posible que el placer pueda reforzar la salud, pero el índice de placer debe superar claramente el nivel de culpabilidad asociado".

Lowe y su colega Rebecca Crook, de la Universidad de Hull en el norte de Inglaterra, entrevistaron a 302 hombres y mujeres respecto de su salud, enfermedades y estilos de vida y los hicieron enumerar sus placeres y calificaron su satisfacción y culpabilidad por cada comportamiento. De este estudio lograron definir que la culpa por comer, beber, el sexo y los otros placeres de la vida están relacionados muy directamente con enfermedades como dolores de cabeza e influenza y las consiguientes visitas al médico en aquellos cuyo disfrute de estos hechos causó algún sentimiento culposo, mientras que aquellos que sintieron altos índices de placer y ninguna culpa tuvieron muy pocos problemas de salud, incluidos problemas cardíacos.

Y dice  Lowe: "Otros estudios revelan que si uno cambia positivamente el ánimo de una persona, entonces hay efectos mesurados en la función inmune. Igualmente, si uno cambia su humor negativamente, esto tendrá efecto adverso en la función inmune"

Sin embargo, enfatiza que la culpa no es del todo mala, ya que ésta  "podría beneficiar a quienes hagan cosas que los perjudiquen y así dejaría de hacerlas, además (Con marcado humor inglés), al perjudicar la salud, psicólogos y médicos asegurarán sus ingresos".

 
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