La Culpa
La culpa es la debilidad más común, pues la mayoría
de nosotros las sufrimos en mayor o menor grado.
La culpa es una emoción alimentada siempre por el
recuerdo (una imagen) de una acción, omisión o pensamiento que esta
fuera de la voluntadad de Dios u otra persona y que resulta en daño
para otro y para si mismo.
La culpa se aprende en la niñez a través del mensaje
culposo que es una forma especial de hablar que ordena las palabras
de una forma específica, mezclándolo con una frase despectiva y un
tono incriminatorio con el fin de manipular o herir.
El pensamiento culposo no es igual al pensamiento
espiritual, la culpa habla en el interior de una forma hiriente, la
voz del espíritu del hombre invita a la persona a encontrar
soluciones y aprender de cada suceso de la vida.
La culpa trae graves consecuencia que impiden el
crecimiento espiritual.
La culpa alimenta el yo: Una persona que se siente
culpable tratará de cambiar por sus propias fuerzas con el fin de
liberarse de la culpa no escogerá espiritualmente la ayuda de Dios
pues la culpa le hace creer que si lo alcanza por voluntad y
esfuerzo propio, será digno ante Dios se merecerá el perdón esto
hace que la persona ponga su fe en su propia capacidad "el yo" y no
en el poder de Dios.
Consecuencias de la Culpa
1.- La culpa le roba el efecto de gratitud al perdón
y a la gracias de Dios: Las personas que se sienten perdonadas por
Dios, las que él sacó del pecado y liberó del infierno, se sienten
tan agradecidas que no pueden parar de hacer obras por gratitud a
Dios, son personas que les fluye el deseo de agradar a Dios no por
culpa u obligación sino más bien por agradecimiento. Cuando una
persona se siente culpable tiende a obligarse a agradar a Dios, se
obliga a orar, ayunar, etc. cayendo en religiosidad. Por otro lado
la culpa hace que después de recibir el perdón de Dios la persona no
se sienta perdonada.
2.- La culpa ata al pasado haciendo perder las
bendiciones del presente: Muchos de nosotros sufrimos apuñalándonos
por errores del pasado, eso nos provoca que nos estanquemos en
determinada época de nuestra vida (un aborto, relaciones sexuales
antes de tiempo, etc.) y vivamos sin ver las bendiciones de Dios
pues en muchos casos nos sentimos indignos por esto que está en el
pasado.
3. La culpa hace que veamos los errores más grandes
de lo que en realidad son: La mentalidad culposa produce un
sentimiento de indignidad muy profundo haciendo que maximicemos las
situaciones en las que nos equivocamos provocando que le demos una
dimensión exagerada aterradora.
4. La culpa no le permite decidir eficazmente: Muchos
de los que nos equivocamos tendemos a dejarnos llevar por la culpa
sin tener la capacidad de reflexionar en el error, decimos: "si la
hice negra también la hago trompuda". No hay capacidad para
detenernos y rectificar en el acto.
5. La culpa no le permite aprender de los errores: La
mayoría de nosotros al equivocarnos nos apuñaleamos después de un
error y no somos capaces por la culpa de sacarle una lección al
error, creemos que lo correcto es solamente aprender del éxito, esto
hace que caigamos una y otra vez en lo mismo pues no aprendimos del
error anterior.
7. La culpa hace que aprenda a disculparse con
excusas: Las personas que se les hace sentir culpables cuando se
equivocan reaccionan la mayoría de las veces defendiéndose con una
excusa.
8. La culpa hace que lastimes a otros haciéndoles
sentirse culpables manipularlos o hiriéndolos: Las personas que
fueron criadas y enseñadas a través de la culpa y/o que se sienten
muy culpables tienden a manipular a otros, creyendo que así
cambiarán. Un grupo no menor usa la culpa como arma para herir y
controlar.
9. La culpa produce rebeldía: Una persona que la
culpan constantemente para educarle o adoctrinarle tiende, tarde o
temprano a generar una conducta rebelde.
10. La peor de las consecuencias de la Culpa es que
nos hace sordos a la voz del Espíritu Santo y sensibles a la voz de
Satanás: La culpa es el instrumento más poderoso que los demonios
tienen para hacer que una persona nunca crezca, la culpa le dice al
cristiano que Dios lo rechaza y Satanás se lo afirma, la culpa hace
sentir indigno de la gracia de Dios a un cristiano y Satanás le
ayuda a creerlo. El usa la culpa para apartar al cristiano de toda
posibilidad de cambio.
Debemos quedar claros en que no estamos enseñando
a los hermanos a tomar una actitud pusilánime, falsamente se nos ha
dicho que nuestro enfoque tiende a "chinear» el pecado. Esto es
falso pues lo que intentamos enseñar es a no sentirse culpables sino
a sentirse concientes. Lo que está mal lo está y no tratamos de
hacer que las personas lo ignoren sino que con las fuerzas de Dios,
no las nuestras, y, por gratitud y respeto a Dios, no por culpa y
religiosidad, encontremos la manera de enfrentarlo.
La terapia del
arrepentimiento
Por Dwight Longenecker
La verdadera sanación proviene de hacernos cargo de nuestros
propios problemas, no de culpar a otras personas por ellos. ¿ Pero
cómo podemos sobreponernos a nuestra tendencia a culpar a los demás?
El culpar a otros por nuestros problemas es una reacción natural
pero inmadura. Tenemos que aprender a comportarnos con madurez.
A veces los adultos usan todo tipo de trucos para evadir la
culpa, pero esto no lleva a la sanación. Los programas seculares de
autoayuda son buenos para que la gente pueda asumir la
responsabilidad por sus propios problemas, y se decida a hacer algo
para resolverlos. Sin embargo, uno de los defectos de dichos
programas es que dan la impresión de que podemos hacer algo sobre
nuestros fracasos y nuestros problemas, sin ninguna ayuda. Es decir,
que si solo tuviéramos más fuerza de voluntad y pensáramos de una
manera más positiva, podríamos sobreponernos a todo. Tristemente la
mayoría de nosotros no podemos hacerlo; necesitamos ayuda.
La persona madura se da cuenta de que sus problemas le pertenecen
a ella y que solo hay dos personas que pueden ayudarla. La primera
es ella misma y la segunda es Jesucristo. Como resultado, la mejor
terapia y el mejor modo de resolver los problemas, es aprendiendo a
decir "lo siento" a un nivel más profundo.
Cuando nos confesamos recibimos una excelente dosis de terapia
interior. La confesión ayuda y el perdón verdaderamente nos hace
mejores personas. Hay tres áreas problemáticas en nuestras vidas que
podemos incluir en nuestra confesión. Generalmente hemos sido
enseñados a pedir perdón solo por lo que hemos hecho. Sin embargo,
también podemos pedir perdón por lo que hemos dejado de hacer y por
las cosas que nos han hecho.
Cuando incluimos en nuestra confesión las cosas que hemos hecho,
estamos dando un primer paso enorme para dejar el comportamiento
inmaduro de culpar a los demás. Cuando confesamos no podemos culpar
a otros; admitimos nuestras faltas y se las presentamos a Dios.
Quizás sea cierto que cometemos pecados debido a emociones confusas
o por circunstancias que están fuera de nuestro control. Todas
nuestras acciones y decisiones surjen del complejo estado de nuestro
corazón. Dios lo sabe y comprende todo esto. En lugar de analizar
todos esos factores, El quiere que simplemente nos presentemos ante
El, le digamos el mal que hemos hecho, y le dejemos a El el resto.
Cuando presentamos nuestros problemas y pecados externos al
confesar, la gracia de la absolución entra profundamente a nuestras
vidas y mata las raíces del pecado...
A veces me olvido de confesar las cosas que he dejado sin hacer,
pero quizás en esa área de mi vida es donde he cometido los pecados
más grandes. Lo que hemos dejado de hacer es el símbolo de todo lo
que podríamos haber sido en el plan de Dios. Si solo pudiéramos ver
una mínima parte de la gloria para la cual fuimos creados, nos
daríamos cuenta hasta qué punto hemos fallado. Fuimos creados para
ser los hijos e hijas eternos del Rey de la Gloria; hermanos y
hermanas de los santos y coherederos con Cristo. Dios quiere que
nosotros seamos totalmente sanados algún día, y que brillemos con la
radiancia de Cristo. Al ir a confesar debemos recordar el gran
potencial que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. Entonces nos
daremos cuenta de que nuestra falta de amor y nuestra tibia devoción
a Dios, es el mayor problema de nuestras vidas.
Cuando yo era un clérigo, recuerdo que un hombre llamado Steve
vino a verme. "Tú siempre nos estás diciendo que perdonemos a los
demás"- me dijo. "Sin embargo, ¿qué hace uno si no puede perdonar a
alguien?" "A quién no puedes perdonar?" - le pregunté. Me contestó :
"Mi amigo Richard era mi socio en el negocio y mi mejor amigo. El
año pasado me enteré de que no solo me estaba robando la mitad de mi
parte en el negocio, sino que además mi esposa me estaba siendo
infiel con él. Le odio y no puedo dejar de odiarlo."
Cuando Steve estaba hablando recordé un verso bíblico : "¿ Quién
puede personar los pecados sino solamente Dios?" De pronto me di
cuenta de que es imposible que podamos perdonar a alguien, contando
solo con nuestras propias fuerzas.
Por tanto, cuando acudimos a confesarnos también debemos de
hablar de todo lo que nos han hecho. No lo hacemos para culpar a la
otra persona, sino para pedirle a Dios las fuerzas para perdonar. En
el Padre Nuestro decimos : "Perdónanos nuestras ofensas como
nosotros perdonamos a los que nos ofenden." Pero quizás debíamos de
interpretar esa frase del Padre Nuestro de la siguiente manera :
"Perdónanos nuestras ofensas, a la misma vez que perdonamos a los
que nos ofenden." Con esto en mente llevaremos al confesionario lo
que nos han hecho nuestros padres o maestros hace años, o lo que nos
hizo ese mismo día nuestro jefe, nuestro cónyugue o nuestra familia.
De este modo, al confesar nuestros pecados también podemos confesar
nuestra incapacidad para perdonar, y pedirle a Dios que Su perdón
fluya a través de nosotros, hacia aquellos que nos han hecho daño.
Es así como al pedir perdón en el sacramento de la
reconciliación, este tiene un poderoso efecto sanador en nuestras
vidas. En lugar de culpar a nuestros padres, nuestros maestros o a
las circunstancias o los factores sociales, nos hacemos cargo de
nuestros propios problemas y los traemos ante la presencia de Dios
para pedirle Su ayuda. Cuando lo hacemos, la sanación que ocurre es
poderosa y real; llega hasta las raíces de nuestros pecados, nos
fortalece para hacer lo que debemos hacer, y llega a aquellos que
han pecado contra nosotros. Recuerdo que una vez me dijo un viejo
sacerdote : "La confesión es un sacramento simple, humilde y lindo;
es más eficiente que la psicoterapia, más rapido y menos doloroso."
y guiñándome un ojo añadió : " Y es más barato también."
Ese componente de nuestro hacer, de nuestra vida. Ese elemento
aparentemente "mamado" junto a la leche vital de nuestras
madres, que nos hace angustiarnos, torturarnos, despreciarnos.
Si nos fuésemos a la definición netamente enciclopédica de la
Culpa o Pecado, tendríamos que caminar los vericuetos de la
religión, y en ellos, encontrar que no es otra cosa más que la
transgresión de una ley o práctica sagrada, sancionada por la
divinidad. Esta transgresión es considerada según el judaísmo,
el cristianismo, y el Islam. Podemos decir que en la mayoría de
las religiones existe una determinada idea de lo bueno y lo
malo, de aquí que, tal vez la manifestación más temprana de
estas nociones fue el fuerte oprobio relacionado con la
transgresión de un tabú, pero únicamente en las tradiciones
judeo-cristiana e islámica se considera la referencia
característica del pecado, convirtiéndose en el mal,
comportamiento en un crimen directo contra el Ser Supremo. En
cambio, el gnosticismo y maniqueísmo, fusiones del pensamiento
cristiano con influencias zoroástricas, considera que el pecado
es una manifestación de la caída del espíritu humano del ámbito
divino y su encerramiento en el demoniaco mundo material. En el
hinduismo, el budismo, y el jainismo, el concepto más cercano al
pecado es el de un desmerecimiento, la acumulación, a través de
malos comportamientos, de malas consecuencias, que deben
purgarse mediante un proceso de transmigración.
Conceptos judíos y cristianos sobre la Culpa
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No hay libro sagrado, donde podamos encontrar más desarrollado
el sentido del pecado o la culpa, como en la Biblia. Si nos
adentramos a través de las Escrituras, el pecado es el elemento
que enemista a los seres humanos con Dios, lo cual exige que
haya arrepentimiento para obtener su perdón. En el Nuevo
Testamento, el pecado es la condición humana esencial que
reclama la labor redentora de Cristo.
Podemos definir que en la Iglesia cristiana, hasta la
controversia entre el monje británico Pelagio y San Agustín de
Hipona, el gran padre y doctor de la iglesia, la doctrina del
pecado, la concreción de la Culpa, no fue desarrollada por
completo. Los primitivos padres griegos de la Iglesia
consideraban el pecado como una oposición a la voluntad de Dios.
Aún así, no afirmaban que la culpa del pecado del primer hombre,
Adán, o la corrupción de su naturaleza alcanzara a toda la
humanidad.
En este devenir por las raíces del cristianismo, conseguimos al
primitivo escritor eclesiástico cristiano Tertuliano, quien
sostenía en su doctrina del traducianismo, que la realidad del
pecado había sido transmitida desde Adán. Pero se reservó a
Agustín la formulación de la doctrina del pecado original, y él
mantiene, en contra de Pelagio, que el pecado de Adán corrompía
toda la naturaleza humana; que su culpa y su sanción pasarían a
todos sus descendientes; que todos los seres humanos han nacido
en estado de pecado y que debido al pecado original de Adán, son
incapaces de satisfacer a Dios y están por su propia condición
dispuestos a seguir en el mal. Pelagio hizo hincapié en la
voluntad libre y el esfuerzo moral individual, y negó el pecado
original. La Iglesia ortodoxa ha continuado afirmando que la
voluntad humana es tan libre como lo era la de Adán antes de su
caída. En el siglo XIII, el filósofo escolástico escocés John
Duns Scoto admitió que la humanidad había perdido, debido a la
caída de Adán su justitia originalis (en latín, sabiduría
original), pero subrayó el carácter libre de la voluntad.
Culpa y Pecado bajo el prisma del Protestantismo
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Importante es buscar definiciones de la Culpa y el Pecado en el
Protestantismo, y así durante la Reforma protestante, Martín
Lutero y Juan Calvino mantuvieron el acento agustiniano del
pecado original y de la gracia de Dios como medio de redención.
Ulrico Zuinglio consideraba el pecado desde el punto de vista de
un mal heredado; los arminianos y socinianos negaron de forma
taxativa el carácter hereditario del pecado, y el teólogo alemán
protestante del siglo XIX Friedrich Schleiermacher argumenta en
relación al pecado, que éste se debe a la total incapacidad
humana para distinguir entre una dependencia absoluta de Dios y
una sujeción relativa del mundo temporal.
El dogma católico distingue entre el pecado mortal, que destruye
la relación del individuo con Dios y merece la condena eterna, y
el pecado venial, que, aunque es grave, no separa al ser humano
de Dios. Da renglones a la Culpa, los protestantes han
rechazado esta distinción
Conceptos islámicos de la culpa
Para el concepto Islámico del Pecado o Culpa, éste es el
orgullo humano, el cual viola la unidad de la creación, ya que
presupone autonomía humana, y se rebela contra el orden divino,
negando el propósito fundamental del hombre: servicio y
obediencia a Dios. A pesar de la génesis del Islam, génesis que
le enmarca dentro de la tradición judeo-cristiana, el Corán
niega de forma específica la doctrina cristiana del pecado
original, y establece que Dios perdonó a Adán su transgresión en
el Jardín del Edén. Sin embargo, los humanos falibles tienden a
olvidar los límites que fija su propio ser y aspiran a la
categoría de dios ilimitado, sobre todo cuando son tentados por
Satán.
Vemos entonces, que para el Islam, el pecado es, por tanto,
consecuencia de la debilidad humana más que de una condición
heredada de corrupción. La cadena de profetas enviados por Dios
para testificar frente al propósito divino y poner a la
humanidad de nuevo en el sendero recto es prueba de la eterna
tendencia humana hacia el error. El descreimiento es, pues, una
expresión de orgullo pecaminosa.
Aquí nos encontramos con el término árabe para un no creyente,
para un culpable, un "kafir" que significa literalmente no
agradecido. Para el Islam, el corazón del no creyente está
sellado por Dios contra la palabra verdadera, sin embargo
permite el arrepentimiento sincero, lo que restaurará al
penitente en una condición pura, sin pecado, puesto que Dios
concede siempre su gracia. Este arrepentimiento se expresa
mediante la conversión a la verdad. La doctrina islámica
establece que el pecado es castigado por Dios, juez de todas las
cosas, de moral perfecta. El último juicio completo del pecado
tendrá lugar el Día del Juicio Final, y los pecadores serán
condenados al fuego eterno.
Culpa, en el campo del Derecho civil
La culpa se contrapone al dolo. Referida al deudor de una
obligación, la culpa o negligencia consiste en la omisión —no
dolosa— de aquella diligencia que exija la naturaleza de la
obligación y corresponda a las circunstancias de las personas,
del tiempo y del lugar. No se cumple con el deber de previsión y
el subsiguiente deber de evitación de los posibles impedimentos
de la prestación o conducta debida. En función de la diligencia
omitida, suele hablarse de supuestos de culpa lata (grave falta
de diligencia, omisión de las precauciones más elementales),
culpa leve (omisión de la diligencia normal, de las precauciones
que suelen tomar las personas corrientes) y culpa levísima, que
consiste en la omisión de la diligencia propia de las personas
escrupulosas. La culpa lata suele equipararse al dolo. En los
supuestos en que el deudor sea un profesional, el referente
radicará en la diligencia exigible a los profesionales que
desempeñen la misma actividad. Es posible, en mayor o menor
medida, el establecimiento de cláusulas modificativas de la
responsabilidad por culpa, ya sean éstas de exoneración o de
limitación de la responsabilidad, ya de agravación de la misma.
Se habla también de culpa en el ámbito del Derecho penal, que se
produce cuando, sin intención de dañar, mas sin proceder con la
diligencia debida, se causa un resultado dañoso y tipificado por
la ley penal. Se distingue también, en este campo, entre culpa
lata, leve y levísima. Se distingue asimismo entre culpa
consciente e inconsciente, dependiendo de que el agente se
represente o no de las consecuencias perjudiciales que puedan
derivarse de sus actos, por mucho que confíe en que no se
produzcan y no tomándolas por ello en cuenta.
Teniendo ahora estas definiciones conceptuales de la Culpa o
pecado, es necesario ubicarnos en tiempo y contemporaneidad y
conocer ya la posición de científicos de la conducta al respecto
de esta actitud tan sembrada en el alma y el comportamiento
humano, actitud, sensación, aceptación que muchas veces nos
conduce a verdaderos infiernos vivenciales.
Al respecto, resaltaremos los señalamientos que un equipo de
psicólogos británicos ha planteado, después de un amplio estudio
conductual. En él aseguran que quienes logran disfrutar
plenamente de los placeres, son también los que gozarán de mejor
salud frente a aquellos que tienen sentimientos de culpa. Este
planteamiento ha sido reforzado por el especialista Geoff Lowe
quien ha dicho en una reunión de la Sociedad Británica de
Psicología que "es posible que el placer pueda reforzar la
salud, pero el índice de placer debe superar claramente el nivel
de culpabilidad asociado".
Lowe y su colega Rebecca Crook, de la Universidad de Hull en el
norte de Inglaterra, entrevistaron a 302 hombres y mujeres
respecto de su salud, enfermedades y estilos de vida y los
hicieron enumerar sus placeres y calificaron su satisfacción y
culpabilidad por cada comportamiento. De este estudio lograron
definir que la culpa por comer, beber, el sexo y los otros
placeres de la vida están relacionados muy directamente con
enfermedades como dolores de cabeza e influenza y las
consiguientes visitas al médico en aquellos cuyo disfrute de
estos hechos causó algún sentimiento culposo, mientras que
aquellos que sintieron altos índices de placer y ninguna culpa
tuvieron muy pocos problemas de salud, incluidos problemas
cardíacos.
Y
dice Lowe: "Otros estudios revelan que si uno cambia
positivamente el ánimo de una persona, entonces hay efectos
mesurados en la función inmune. Igualmente, si uno cambia su
humor negativamente, esto tendrá efecto adverso en la función
inmune"
Sin embargo, enfatiza que la culpa no es del todo mala, ya que
ésta "podría beneficiar a quienes hagan cosas que los
perjudiquen y así dejaría de hacerlas, además (Con marcado humor
inglés), al perjudicar la salud, psicólogos y médicos asegurarán
sus ingresos".
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