Los
problemas de aprendizaje
Un problema del aprendizaje es un término general
que describe problemas del aprendizaje específicos. Un problema del
aprendizaje puede causar que una persona tenga dificultades
aprendiendo y usando ciertas destrezas. Las destrezas que son
afectadas con mayor frecuencia son: lectura, ortografía, escuchar,
hablar, razonar y matemática.
Los problemas específicos de aprendizaje (PEA)
varían entre personas. Una persona con problemas específicos de
aprendizaje puede tener un tipo de problema del aprendizaje
diferente al de otra persona. Una persona puede tener problemas con
la lectura y la ortografía. Otra persona podría tener problemas con
la comprensión matemática. Aún otra persona podría tener problemas
en cada una de estas áreas, al igual que en la comprensión de lo que
dicen otras personas.
Los investigadores creen que los problemas
específicos del aprendizaje son causados por diferencias en el
funcionamiento del cerebro y la forma en la cual éste procesa
información. Los niños con problemas específicos del aprendizaje no
son "tontos" o "perezosos." De hecho, ellos generalmente tienen un
nivel de inteligencia promedio o superior al promedio. Lo que pasa
es que sus cerebros procesan la información de una manera diferente.
La definición de "problema específico del
aprendizaje" que se encuentra en el cuadro más abajo proviene del
Acta para la Educación de Individuos con Discapacidades
("Individuals with Disabilities Education Act," o IDEA). IDEA es la
ley Federal que sirve para guiar cómo las escuelas proporcionan
servicios de educación especial y servicios relacionados a los niños
con discapacidades.
Definición de "Problema del Aprendizaje" bajo
IDEA
La ley de la educación especial de este país,
el Acta para la Educación de Individuos con Discapacidades (IDEA)
define un problema específico del aprendizaje como...
"...un desorden en uno o más de los procesos
psicológicos básicos involucrados en la comprensión o uso del
lenguaje, hablado o escrito, que puede manifestarse en una habilidad
imperfecta para escuchar, pensar, hablar, leer, escribir, deletrear
o hacer calculaciones matemáticas, incluyendo condiciones tales como
problemas perceptuales, lesión cerebral, problemas mínimos en el
funcionamiento del cerebro, dislexia y afasia del desarrollo."
Sin embargo, los problemas del aprendizaje no
incluyen "... problemas del aprendizaje que son principalmente el
resultado de problemas de la visión, audición o problemas en la
coordinación motora, del retraso mental, de disturbios emocionales,
o desventajas ambientales, culturales, o económicas." [34 Código de
Regulaciones Federales 300.7(c)(10)]
No hay ninguna "cura" para los problemas del
aprendizaje. Ellos son para toda la vida. Sin embargo, los niños y
niñas con problemas específicos del aprendizaje pueden progresar
mucho y se les puede enseñar maneras de sobrepasar el problema del
aprendizaje. Con la ayuda adecuada, los niños y niñas con problemas
del aprendizaje pueden y sí aprenden con éxito.
¿Con qué frecuencia ocurren los problemas del
aprendizaje?
¡Son muy comunes! Hasta 1 de cada 5 personas en
los Estados Unidos tiene un problema del aprendizaje. Casi 3
millones de niños y niñas (de 6 a 21 años de edad) tienen alguna
forma de problema del aprendizaje y reciben educación especial en la
escuela. De hecho, más de la mitad de todos los niños y niñas que
reciben educación especial tienen un problema del aprendizaje (Vigésimo
Tercer Reporte Anual al Congreso, Departamento de Educación de
los Estados Unidos, 2001).
¿Cuáles son las señales de un problema del
aprendizaje?
No hay ninguna señal única que indique que una
persona tiene un problema específico del aprendizaje. Los expertos
buscan una diferencia notable entre el progreso escolar actual y el
nivel de progreso que podría lograr, dada su inteligencia o
habilidad. También hay ciertas indicaciones que podrían significar
que el niño o niña tiene un problema específico de aprendizaje.
Estas están incluidas más abajo. La mayoría de ellas están con las
tareas de la escuela primaria, ya que los problemas del aprendizaje
tienden a ser descubiertos en la escuela primaria. Es probable que
el niño o niña no exhiba todas estas señales, o aún la mayoría de
ellas. Sin embargo, si el niño o niña exhibe varios de estos
problemas, entonces los padres y el maestro deben considerar la
posibilidad de que el niño tenga un problema del aprendizaje.
Cuando el niño o niña tiene un problema del
aprendizaje, él o ella:
La Hiperactividad
La hiperactividad infantil
es considerada actualmente un trastorno de conducta que se
caracteriza básicamente por la imposibilidad de mantener la
atención en una situación durante un período de tiempo
razonablemente prolongado.
Los síntomas que podemos encontrar
en los niños que lo sufren son:
-
Una
actividad motriz excesiva (se
mueven constantemente y mucho más que lo "normal") además, su
movimiento no parece justificado por la necesidad de hacer algo;
parece que "se mueve por moverse".
-
Una gran impulsividad, que
se pone de manifiesto cada vez que tienen que responder a una
pregunta o tomar una decisión. Actúan sin detenerse primero a
pensar.
-
No suelen
terminar aquello que empiezan.
-
Su
falta de atención les
dificulta aprender muchas cosas, por eso presentan retrasos
generalizados en su desarrollo: social, escolar, personales,
etc..
-
Muestran
dificultades sociales de
relación principalmente en el ámbito escolar tanto con
profesores como con compañeros.
-
Suelen
perder o extraviar sus cosas.
-
Sus
movimientos suelen ser bruscos,
rápidos y, consecuentemente, torpes.
El porcentaje de afectados en la
población general viene a ser de un 3 a un 5%, aunque no existen
estudios fiables de prevalencia del Trastorno con déficit atencional
con hiperactividad. Parece darse con mayor prevalencia en niños que
en niñas. Este es un fenómeno considerado, en primer lugar
sociológico, ya que esto ocurre también en casos de: enuresis
nocturna infantil, problemas de aprendizaje, problemas de conducta
(indisciplina), miedos infantiles, y otros.
El TDA-H se pone de manifiesto
desde el primer año de vida, aunque resulta difícil
-cuando no imposible- confirmar tal diagnóstico hasta los 4-5 años
de edad. Como todos los niños hiperactivos, correctamente
identificados a partir de los seis años de edad, presentaron su
conducta problemática desde el primer año de vida, se considera un
trastorno de base biológica. ¡Nadie se hace hiperactivo a
partir de los dos años de edad!
La hiperactividad no
parece asociarse a factores ambientales tales como
ALIMENTACION o EDUCACION INADECUADAS
Con el TDA-H se nace, se crece (se
"reproduce") y se muere. Nunca se deja de ser una persona con TDA-H.
Sin embargo, las personas, dependiendo de las ayudas profesionales y
familiares que reciban pueden aprender a vivir con su Déficit
Atencional y desenvolverse con gran eficacia y éxito social y
profesional en la vida. El futuro de un niño con Trastorno por
Déficit de Atención con hiperactividad que no reciba asistencia
profesional adecuada es impredecible, ya que el resultado evolutivo
dependerá de otros importantes factores como su capacidad
intelectual, el estilo educativo de sus padres y el estilo educativo
de sus profesores.
La probabilidad de que el niño
hiperactivo fracase en el aprendizaje escolar es muy alta sí:
-
Los padres ignoran sus
dificultades y le exigen demasiado.
-
Los padres ignoran sus
dificultades y le exigen lo mismo que a los demás.
-
Posee una capacidad
intelectual baja (CI < 100)
La probabilidad de que tenga
problemas graves de conducta social como inadaptación o delincuencia
ya asociada al fracaso escolar generalizado y a la falta de apoyo
familiar.
El niño hiperactivo no parece
tener ninguna lesión cerebral que justifique su trastorno. Su
cerebro es de aspecto absolutamente normal aunque "funciona de
manera diferente" en alguna zona.
En su primera infancia suelen
presentar dificultades para comer, dormir, son inquietos,
irritables..., pero este comportamiento también lo presentan algunos
niños que NO SON HIPERACTIVOS. De 4 a 6 años es impulsivo,
desobediente, con mal genio: quiere salirse con la suya, tiene malas
relaciones con los demás, no se entretiene con nada, no está quieto
nunca. Entre los 7 y los 12 años, a los indicadores anteriores se
añaden, progresivamente, problemas de ansiedad y estrés, resultado
de los excesivos castigos que recibe y, los primeros fracasos
escolares.
Tratamiento farmacológico:
El principal fármaco es el
METILFENIDATO. Esta sustancia química se comercializa con distintos
nombres, en países diferentes, como Rubifen o Ritalina.. Sus efectos
inmediatos son un aumento de la capacidad de atención y
concentración y una reducción de la hiperkinesia y la movilidad del
niño. Sin embargo, sus efectos duran poco tiempo: se elimina por la
orina en una cuantas horas y, es preciso volver a tomar otra
pastilla. Por lo general, se toma una pastilla al levantarse y otra
a medio día, pero depende de la prescripción médica, que se realiza
en función de la edad del niño, la gravedad de sus problemas,....
Los medicamentos utilizados con
estos niños, son un buen apoyo mientras se combinen con procesos de
enseñanza para que aprenda a regular su conducta por sí mismo. Estos
fármacos no crean dependencia alguna en los niños, aunque sí en los
padres quienes temen a menudo retirarles por miedo a que la
situación pueda descontrolarse.
Mejoran los niveles de atención y
consecuentemente la inquietud motora, debido a que a través de este
agente externo se estimula al cerebro para que alcance los niveles
de activación necesarios para un correcto mantenimiento de la
atención (lo que repercute en una mejora de muchos otros síntomas).
En algún caso pueden producir como
efectos secundarios una falta de apetito y de sueño. Normalmente se
recomienda tomar por la mañana y al mediodía, para que el efecto sea
máximo en el momento en que el niño acude a la escuela.
Por lo general, a partir de los 12
años ya no se hace necesaria, si ha recibido otra clase de ayuda
psicopedagógica. Siempre será el médico que lo lleve quien decida el
momento oportuno para retirarlo.
El trastorno por déficit
atencional con hiperactividad conlleva importantes problemas de
adaptación a diferentes niveles, que hacen que con frecuencia se
presenten trastornos emocionales, por los excesivos castigos y
recriminaciones que recibe el niño afectado de su entorno.
En general, se comporta de manera
antisocial porque la ausencia de reflexión le impide tener en cuenta
las consecuencias de sus actos para los demás. Esto se puede
considerar cuando no actúa de manera intencionada, pero en otras
ocasiones, posiblemente, como forma de "venganza" por el excesivo
"castigo" que recibe de los demás.
Suele no acabar las tareas porque
es impulsivo, no tiene paciencia y le cuesta estar durante un tiempo
prolongado prestando atención a un mismo estímulo.
En la adquisición de la lectura,
la escritura, el cálculo, problemas para memorizar y para
generalizar lo aprendido es donde suele encontrar mayores
dificultades el niño hiperactivo.
Los padres a menudo demuestran
tener sentimientos hostiles hacia sus hijos hiperactivos porque no
comprenden qué motiva a su hijo comportarse de ese modo y tampoco
saben como abordar la situación.
En el entorno familiar se suele
vivir tensión que hace que en general la convivencia no sea
agradable. Pero esto pueden solucionarlo los padres ayudándolo a que
aprenda a controlar su comportamiento en su casa, lo que repercutirá
en una mejores relaciones familiares y una mejor relación de él
consigo mismo (seguir un programa de control de su comportamiento
indicado por su psicólogo). Proporcionarle ayuda especializada
(llevarlo a sesiones de aprendizaje de habilidades atencionales y
sociales). Supervisar el trato que recibe de sus profesores y
requerir un trato adecuado a sus circunstancias.
Nuestro hijo hiperactivo está
demasiado acostumbrado a que se le diga continuamente que es malo
deteriorando gravemente su autoestima. Suele tener unas relaciones
interpersonales de rechazo empeorando con ello su conducta.
La terapia farmacológica se
combinará con terapia cognitivo-conductual. El especialista adecuado
es: Médico, Psiquiatra o Psicólogo, teniendo en cuenta que la
terapia farmacológica es el médico o psiquiatra quien puede
suministrarla y quien suele tener mayores conocimientos sobre
entrenamiento cognitivo es el psicólogo. Se recomienda por ello una
terapia combinada multidisciplinar.
Unas
últimas cuestiones aportarán más luz al tema que nos ocupa:
¿QUÉ
PUEDE HACER EL PSICÓLOGO POR EL NIÑO HIPERACTIVO?
Puede enseñarle a que mantenga la atención durante períodos de
tiempo cada vez mayores (focalización y regulación de la atención),
a que aprenda autocontrol de sus emociones (ira, tristeza,...), a
resolver sus problemas con otros niños y adultos. Puede asesorar a
padres y educadores acerca de cómo manejar el comportamiento del
niño.
¿QUÉ
PUEDE HACER EL MAESTRO POR EL NIÑO HIPERACTIVO?
Ayudarle a que aprenda a controlar su comportamiento en el aula, lo
que repercutirá en una mejor relación con los demás, en unos mejores
resultados académicos y en una mejora de su autoestima.
¿CÓMO AYUDARLE A QUE MEJORE LAS RELACIONES CON SUS COMPAÑEROS?
Enseñándole habilidades sociales básicas y habilidades de solución
de problemas interpersonales.
¿CÓMO HACER QUE EL NIÑO NO SE DISTRAIGA TANTO EN LA CLASE?
Estructurando las tareas en tiempos cortos, permitiendo que haga
descansos al concluir las mismas, reforzando los períodos de
atención, controlando el ambiente para que haya los menores
elementos de distracción posibles.
¿CÓMO AYUDARLE A QUE ADQUIERA CONTROL SOBRE SU MOVIMIENTO?
Enseñándole ejercicios de control muscular, ejercicios de
relajación.
¿EN
QUÉ CONSISTE EL ENTRENAMIENTO COGNITIVO CON EL NIÑO HIPERACTIVO?
Fundamentalmente en enseñarle a pensar antes de actuar para que
regule su comportamiento, tanto a la hora de enfrentarse a una tarea
como en sus relaciones interpersonales.
Agresividad Infantil
El problema de la agresividad
infantil es uno de los trastornos que más invalidan a padres y
maestros junto con la desobediencia. A menudo nos enfrentamos a
niños agresivos, manipuladores o rebeldes pero no sabemos muy bien
como debemos actuar con ellos o cómo podemos incidir en su conducta
para llegar a cambiarla. En este artículo intentaremos definir los
síntomas para una correcta evaluación de este trastorno caracterial
y establecer diferentes modos de tratamiento.
Un buen pronóstico a tiempo mejora
siempre una conducta anómala que habitualmente suele predecir otras
patologías psicológicas en la edad adulta. Un comportamiento
excesivamente agresivo en la infancia si no se trata derivará
probablemente en fracaso escolar y en conducta antisocial en la
adolescencia y edad adulto porque principalmente son niños con
dificultades para socializarse y adaptarse a su propio ambiente.
El comportamiento agresivo
complica las relaciones sociales que va estableciendo a lo largo de
su desarrollo y dificulta por tanto su correcta integración en
cualquier ambiente. El trabajo por tanto a seguir es la
socialización de la conducta agresiva, es decir, corregir el
comportamiento agresivo para que derive hacia un estilo de
comportamiento asertivo.
Ciertas manifestaciones de
agresividad son admisibles en una etapa de la vida por ejemplo es
normal que un bebé se comporte llorando o pataleando; sin embargo,
estas conductas no se consideran adecuadas en etapas evolutivas
posteriores.
¿Qué entendemos por "agresividad infantil"?
Hablamos de agresividad cuando
provocamos daño a una persona u objeto. La conducta agresiva es
intencionada y el daño puede ser físico o psíquico.
En el caso de los niños la agresividad se presenta generalmente en
forma directa ya sea en forma de acto violento físico (patadas,
empujones,...) como verbal (insultos, palabrotas,...). Pero también
podemos encontrar agresividad indirecta o desplazada, según la cual
el niño agrede contra los objetos de la persona que ha sido el
origen del conflicto, o agresividad contenida según la cual el niño
gesticula, grita o produce expresiones faciales de frustración.
Independientemente del tipo de
conducta agresiva que manifieste un niño el denominador común es un
estímulo que resulta nocivo o aversivo frente al cual la víctima se
quejará, escapará, evitará o bien se defenderá.
Los arrebatos de agresividad son
un rasgo normal en la infancia pero algunos niños persisten en su
conducta agresiva y en su incapacidad para dominar su mal genio.
Este tipo de niños hace que sus padres y maestros sufran siendo
frecuentemente niños frustrados que viven el rechazo de sus
compañeros no pudiendo evitar su conducta.
Algunas teorías explican las causas del comportamiento
agresivo
Las teorías del comportamiento
agresivo se engloban en: Activas y Reactivas.
Las activas son aquellas que ponen el origen de la agresión en los
impulsos internos, lo cual vendría a significar que la agresividad
es innata, que se nace o no con ella. Defensores de esta teoría:
Psicoanalíticos y Etológicos.
Las reactivas ponen el origen de la agresión en el medio ambiente
que rodea al individuo. Dentro de éstas podemos hablar de las
teorías del impulso que dicen que la frustración facilita la
agresión, pero no es una condición necesaria para ella, y la teoría
del aprendizaje social que afirma que las conductas agresivas pueden
aprenderse por imitación u observación de la conducta de modelos
agresivos.
Teoría del aprendizaje social
Para poder actuar sobre la
agresividad necesitamos un modelo o teoría que seguir y éste, en
nuestro caso, será la teoría del aprendizaje social.
Habitualmente cuando un niño emite una conducta agresiva es porque
reacciona ante un conflicto. Dicho conflicto puede resultar de:
-
Problemas de relación social
con otros niños o con los mayores, respecto de satisfacer los
deseos del propio niño.
-
Problemas con los adultos
surgidos por no querer cumplir las órdenes que éstos le imponen.
-
Problemas con adultos cuando
éstos les castigan por haberse comportado inadecuadamente, o con
otro niño cuando éste le agrede.
Sea cual sea el conflicto, provoca
en el niño cierto sentimiento de frustración u emoción negativa que
le hará reaccionar. La forma que tiene de reaccionar dependerá de su
experiencia previa particular. El niño puede aprender a comportarse
de forma agresiva porque lo imita de los padres, otros adultos o
compañeros. Es lo que se llama Modelamiento. Cuando los padres
castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el
niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado
de modelos agresivos, va adquiriendo un repertorio conductual
caracterizado por una cierta tendencia a responder agresivamente a
las situaciones conflictivas que puedan surgir con aquellos que le
rodean. El proceso de modelamiento a que está sometido el niño
durante su etapa de aprendizaje no sólo le informa de modos de
conductas agresivos sino que también le informa de las consecuencias
que dichas conductas agresivas tienen para los modelos. Si dichas
consecuencias son agradables porque se consigue lo que se quiere
tienen una mayor probabilidad de que se vuelvan a repetir en un
futuro.
Por ejemplo, imaginemos que tenemos dos hijos, Luis y Miguel, de 6 y
4 años respectivamente. Luis está jugando con una pelota
tranquilamente hasta que irrumpe Miguel y empiezan a pelear o
discutir por la pelota. Miguel grita y patalea porque quiere jugar
con esa pelota que tiene Luis. Nosotros nos acercamos y
lamentándonos del pobre Miguel, increpamos a Luis para que le deje
la pelota a Miguel. Con ello hemos conseguido que Miguel aprenda a
gritar y patalear cuando quiera conseguir algo de su hermano. Es
decir, hemos reforzado positivamente la conducta agresiva de Miguel,
lo cual garantiza que se repita la conducta en un futuro.
De acuerdo con este modelamiento
la mayoría de los adultos estamos enseñando a los niños que la mejor
forma de resolver una situación conflictiva es gritándoles, porque
nosotros les gritamos para decir que no griten. ¡Menuda
contradicción! Y si nos fijamos como esa solemos hacer muchas a
diario.
Factores influyentes en la conducta agresiva
Como ya hemos dicho, uno de los
factores que influyen en la emisión de la conducta agresiva es el
factor sociocultural del individuo. Uno de los elementos más
importantes del ámbito sociocultural del niño es la familia.
Dentro de la familia, además de los modelos y refuerzos, son
responsables de la conducta agresiva el tipo de disciplina
a que se les someta. Se ha demostrado que tanto un padre poco
exigente como uno con actitudes hostiles que desaprueba
constantemente al niño, fomentan el comportamiento agresivo en los
niños.
Otro factor familiar influyente en la agresividad en los hijos es la
incongruencia en el comportamiento de los padres. Incongruencia se
da cuando los padres desaprueban la agresión castigándola con su
propia agresión física o amenazante hacia el niño. Asimismo se da
incongruencia cuando una misma conducta unas veces
es castigada y otras ignorada, o bien, cuando el padre regaña al
niño pero la madre no lo hace.
Las relaciones deterioradas entre los propios
padres provoca tensiones que pueden inducir al niño a comportarse de
forma agresiva.
Dentro del factor sociocultural influirían tanto el tipo de barrio
donde se viva como expresiones que fomenten la agresividad "no seas
un cobarde".
En el comportamiento agresivo
también influyen los factores orgánicos que
incluyen factores tipo hormonales, mecanismos cerebrales, estados de
mala nutrición, problemas de salud específicos.
Finalmente cabe mencionar también
el déficit en habilidades sociales necesarias para
afrontar aquellas situaciones que nos resultan frustrantes. Parece
que la ausencia de estrategias verbales para afrontar el estrés a
menudo conduce a la agresión (Bandura, 1973).
¿Cómo evaluar si un niño es o no agresivo? Instrumentos de
evaluación.
Ante una conducta agresiva emitida
por un niño lo primero que haremos será identificar los antecedentes
y los consecuentes de dicho comportamiento. Los antecedentes nos
dirán cómo el niño tolera la frustración, qué situaciones
frustrantes soporta menos. Las consecuencias nos dirán qué gana el
niño con la conducta agresiva. Por ejemplo:
" Una niña en un parque quiere bajar por el tobogán pero otros niños
se le cuelan deslizándose ellos antes. La niña se queja a sus papás
los cuales le dicen que les empuje para que no se cuelen. La niña
lleva a cabo la conducta que sus padres han explicado y la
consecuencia es que ningún otro niño se le cuela y puede utilizar el
tobogán tantas veces desee."
Pero sólo evaluando antecedentes y consecuentes no es suficiente
para lograr una evaluación completa de la conducta agresiva que
emite un niño, debemos también evaluar si el niño posee las
habilidades cognitivas y conductuales necesarias para responder a
las situaciones conflictivas que puedan presentársele. También es
importante saber cómo interpreta el niño una situación, ya que un
mismo tipo de situación puede provocar un comportamiento u otro en
función de la intención que el niño le adjudique. Evaluamos así si
el niño presenta deficiencias en el procesamiento de la información.
Para evaluar el comportamiento
agresivo podemos utilizar técnicas directas como la observación
natural o el autorregistro y técnicas indirectas como entrevistas,
cuestionarios o autoinformes. Una vez hemos determinado que el niño
se comporta agresivamente es importante identificar las situaciones
en las que el comportamiento del niño es agresivo. Para todos los
pasos que comporta una correcta evaluación disponemos de múltiples
instrumentos clínicos que deberán utilizarse correctamente por el
experto para determinar la posterior terapéutica a seguir.
¿Cómo podemos tratar la conducta agresiva del niño?
Cuando tratamos la conducta
agresiva de un niño en psicoterapia es muy importante que haya una
fuerte relación con todos los adultos que forman el ambiente del
niño porque debemos incidir en ese ambiente para cambiar la
conducta. Evidentemente el objetivo final es siempre reducir o
eliminar la conducta agresiva en todas las situaciones que se
produzca pero para lograrlo es necesario que el niño aprenda otro
tipo de conductas alternativas a la agresión. Con ello quiero
explicar que el tratamiento tendrá siempre dos objetivos a alcanzar,
por un lado la eliminación de la conducta agresiva y por otro la
potenciación junto con el aprendizaje de la conducta asertiva o
socialmente hábil. Son varios los procedimientos con que contamos
para ambos objetivos. Cuál o cuáles elegir para un niño concreto
dependerá del resultado de la evaluación.
Vamos a ver algunas de las cosas que podemos hacer. En el caso de un
niño que hemos evaluado se mantiene la conducta agresiva por los
reforzadores posteriores se trataría de suprimirlos, porque si sus
conductas no se refuerzan terminará aprendiendo que sus conductas
agresivas ya no tienen éxito y dejará de hacerlas. Este método se
llama extinción y puede combinarse con otros como por ejemplo con el
reforzamiento positivo de conductas adaptativas. Otro método es no
hacer caso de la conducta agresiva pero hemos de ir con cuidado
porque sólo funcionará si la recompensa que el niño recibía y que
mantiene la conducta agresiva era la atención prestada. Además si la
conducta agresiva acarrea consecuencias dolorosas para otras
personas no actuaremos nunca con la indiferencia. Tampoco si el niño
puede suponer que con la indiferencia lo único que hacemos es
aprobar sus actos agresivos.
Existen asimismo procedimientos de castigo como el Tiempo fuera o el
coste de respuesta. En el primero, el niño es apartado de la
situación reforzante y se utiliza bastante en la situación clase.
Los resultados han demostrado siempre una disminución en dicho
comportamiento. Los tiempos han de ser cortos y siempre dependiendo
de la edad del niño. El máximo sería de 15 minutos para niños de 12
años. El coste de respuesta consiste en retirar algún reforzador
positivo contingentemente a la emisión de la conducta agresiva.
Puede consistir en pérdida de privilegios como no ver la televisión.
El castigo físico no es aconsejable en ninguno de los casos porque
sus efectos son generalmente negativos: se imita la agresividad y
aumenta la ansiedad del niño.
Algunas consideraciones sobre el castigo en general
-
Debe utilizarse de manera
racional y sistemática para hacer mejorar la conducta del niño.
No debe depender de nuestro estado de ánimo, sino de la conducta
emitida.
-
Al aplicar el castigo no lo
hagamos regañando o gritando, porque esto indica que nuestra
actitud es vengativa y con frecuencia refuerza las conductas
inaceptables.
-
No debemos aceptar excusas o
promesas por parte del niño.
-
Hay que dar al niño una
advertencia o señal antes de que se le aplique el castigo.
-
El tipo de castigo y el modo
de presentarlo debe evitar el fomento de respuestas emocionales
fuertes en el niño castigado.
-
Cuando el castigo consista en
una negación debe hacerse desde el principio de forma firme y
definitiva.
-
Hay que combinar el castigo
con reforzamiento de conductas alternativas que ayudarán al niño
a distinguir las conductas aceptables ante una situación
determinada.
-
No hay que esperar a que el
niño emita toda la cadena de conductas agresivas para aplicar el
castigo, debe hacerse al principio.
-
Cuando el niño es mayor,
conviene utilizar el castigo en el contexto de un contrato
conductual, puesto que ello ayuda a que desarrolle habilidades
de autocontrol.
-
Es conveniente que la
aplicación del castigo requiera poco tiempo, energía y molestias
por parte del adulto que lo aplique.
¿Qué pueden hacer los padres y los profesores?
Una vez llegados a este apartado
la mayoría de vosotros ya os habéis dado cuenta que la conducta
agresiva de vuestro hijo es una conducta aprendida y como tal puede
modificarse. También la lectura anterior os ha servido para
comprender que una conducta que no se posee puede adquirirse
mediante procesos de aprendizaje. Con lo cual el objetivo en casa o
en la escuela también será doble: desaprender la conducta inadecuada
y adquirir la conducta adaptativa.
Si montamos un programa para
cambiar la conducta agresiva que mantiene nuestro hijo hemos de
tener en cuenta que los cambios no van a darse de un día a otro,
sino que necesitaremos mucha paciencia y perseverancia si queremos
solucionar el problema desde casa.
Una vez tenemos claro lo anterior, la modificación de la conducta
agresiva pasará por varias fases que irán desde la definición clara
del problema hasta la evaluación de los resultados.
Vamos a analizar por separado cada una de las fases que deberemos
seguir:
Definición de la
conducta:
Hay que preguntarse en primer lugar
qué es lo que nuestro hijo está haciendo exactamente. Si nuestra
respuesta es confusa y vaga, será imposible lograr un cambio. Con
ello quiero decir que para que esta fase se resuelva correctamente
es necesario que la respuesta sea específica. Esas serán entonces
nuestras conductas objetivo (por ejemplo, el niño patalea, da gritos
cuando...).
Frecuencia de la conducta:
Confeccione una tabla en la que anotar a diario cuantas veces el
niño emite la conducta que hemos denominado globalmente agresiva.
Hágalo durante una semana.
Definición funcional de la conducta:
Aquí se trata de anotar qué provocó la conducta para lo cual será
necesario registrar los antecedentes y los consecuentes. Examine
también los datos específicos de los ataques. Por ejemplo, ¿en qué
momentos son más frecuentes?
Procedimientos a utilizar para la modificación de la
conducta:
Nos planteamos en la elección dos objetivos: debilitar la conducta
agresiva y reforzar respuestas alternativas deseables (si esta
última no existe en el repertorio de conductas del niño, deberemos
asimismo aplicar la enseñanza de habilidades sociales).