Complejos y trastornos de personalidad
Es muy fácil decir que alguien es un acomplejado, pero pocos
saben realmente lo que eso significa. Se trata de problemas
de emociones, actitudes y conductas que tienen su origen en
las relaciones infantiles del individuo, y que en gran
medida están ligados a todas las prohibiciones que los
padres inculcaron en el inconsciente del niño. Claro está,
mucho de lo que popularmente es considerado un complejo
entraña un trastorno de personalidad.
Antes de abordar el tema de los complejos es bien importante
aclarar que desde el punto de vista psicológico es casi
imposible hablar de personas totalmente "normales" o
"sanas", ya que todos los seres humanos tienen -en mayor o
menor grado- algo de paranoicos, narcisistas, histéricos u
obsesivos. Cada individuo es una mezcla única de cualidades
que configuran ese "algo" singular y casi seguramente
irrepetible que constituyen las diferencias personales.
Ahora bien, cuando alguno de esos rasgos se exagera se hace
intolerable para los demás o para el individuo; ya hay
síntomas de que algo no funciona bien en los intrincados
parajes de la mente humana.
Muchas veces las personas no detectan exactamente qué les
sucede, pero saben que hay algo dentro de ellas que les
impide relacionarse adecuadamente con los demás o alcanzar
objetivos determinados en su vida profesional.
Actualmente, se ha popularizado en el lenguaje cotidiano la
palabra complejo para designar a una persona problemática.
Sin embargo, apuntó Argelia Melet -médica psiquiatra del
Instituto Médico Campo Alegre- que la palabra complejo fue
utilizada por primera vez por la escuela psicoanalítica de
Zurich (por Bleuler y Jung) para significar situaciones
internas del individuo que se estructuran a lo largo de sus
relaciones infantiles y que se manifiestan en todos los
niveles psicológicos: emociones, actitudes y conductas
adaptadas.
Por
la misma deformación de la definición de complejo, es
frecuente escuchar "tal persona es una acomplejada o que
tiene complejos de superioridad", aunque al hablar con la
terminología psicoanalítica exacta, los complejos son tan
específicos como Edipo, Castración, Electra, Inferioridad,
Superioridad, Culpa y Paterno.
Las cosas por su nombre
En términos de la psiquiatría y psicología actual, en lugar
de complejos se habla de Trastornos de Personalidad, los
cuales engloban conceptos psicopatológicos mejor integrados.
Según la experiencia profesional de Melet, lo que la gente
llama popularmente complejo es en realidad algo más profundo
que entraña los rasgos patológicos de la personalidad, de
allí que la psicología y psiquiatría moderna hablen de
trastornos de personalidad.
A
las consultas de los especialistas acuden muchas personas
que creen padecer un complejo, pero lo que realmente
presentan es un trastorno de personalidad. En la sociedad
contemporánea, cuatro son los trastornos que se presentan
con más frecuencia: Obsesivo, Paranoide, Narcisista y
Dependiente.
Según explicó Melet, cuando una persona presenta un
trastorno obsesivo se comporta como un perfeccionista
exagerado que se preocupa por los detalles al máximo y que a
la vez tiene dificultad para tomar decisiones. Los
individuos que rodean al paciente con trastorno obsesivo lo
perciben como un ser poco afectuoso, frío, racional y
moralista, que critica las expresiones emocionales. El
trastorno obsesivo suele ser confundido con el complejo de
culpa.
Otro trastorno de personalidad muy frecuente es la paranoia.
El individuo paranoide siempre piensa que es juzgado,
amenazado o perjudicado por los demás. Estas personas se
caracterizan por estar tensas, incapaces de relajarse, no
aceptan críticas y tienen poco o ningún sentido del humor.
La paranoia es llamada popularmente complejo persecutorio.
El
narcisista es aquella persona que exige que la admiren por
sus logros, pide aplausos y atención. Usualmente se exhibe
como alguien con muchos méritos -aunque en realidad nos los
tenga-; a la vez es incapaz de comprender los sentimientos
ajenos y padece graves crisis de envidia por los éxitos o
logros ajenos. Con facilidad se puede identificar al
narcisista con el llamado complejo de superioridad. En el
otro extremo se encuentra el trastorno de dependencia,
puesto que la persona que lo sufre es incapaz de tomar
decisiones propias y es temerosa de expresar desacuerdos con
las opiniones ajenas por miedo a ser rechazada. Fácilmente
se siente aplastada ante la crítica más inocente y tiene
gran dificultad para afrontar la soledad. Por estas
características, al trastorno de dependencia se le confunde
con el complejo de inferioridad.
Otra visión
Desde el punto de vista de Francisco Novoa, educador de
profesión, con 18 años de trabajo e investigación en el área
de desarrollo y excelencia personal, los complejos son una
respuesta ante un estímulo externo, pero dicha respuesta
viene condicionada por algún factor o "programa" que está en
el inconsciente.
El
inconsciente del individuo lo podemos comparar con un
espiral que desde el momento de la gestación, y más aún
después del nacimiento, comienza a absorber y formar
criterios de vida, los cuales Novoa llama "programaciones".
En la medida que el individuo adquiere educación y
experiencias, forja sus criterios de vida, que pueden durar
por siempre. Cuando se produce un estímulo externo, éste
pasa por el espiral del inconsciente y de allí saca las
respuestas en base a las experiencias pasadas.
Muchas programaciones dejan resultados negativos dentro del
individuo y es por eso que tantas veces la persona no sabe
por qué reacciona de determinada forma ante los
acontecimientos cotidianos, indicó Novoa.
De
los 0 a los 8 años de edad los padres forjan el 90 por
ciento de los criterios de vida de sus hijos a través de la
educación y el ejemplo, que son cruciales durante la vida
adulta del individuo. Estos criterios que inculcan los
padres tienen mucho que ver con lo que le dicen a su hijo,
porque para los niños lo más importante es su relación con
el mundo a través de sus padres, ya que asumen los criterios
de éstos como verdades. Por ejemplo, si los padres le dicen
al niño que es bruto y se lo repiten con frecuencia, llega
el momento en que el niño coloca esta apreciación en su
espiral inconsciente, la cual se convierte en una
programación y se genera el complejo de inferioridad.
Una
vez que el ser humano asume como verdad algo así, comienza a
dar respuestas que corroboren dicha verdad, porque una de
las cosas que más le genera conflicto es entrar en
controversia con su verdad interna, y por ello la defiende
consciente o inconscientemente. Muchas veces se produce la
paradoja de que esa persona que se cree inferior comienza a
obtener resultados positivos y satisfactorios con su
desempeño en un determinado aspecto, pero como ésto es
incongruente con la verdad interna que le recuerda que es
bruto, adopta conductas que invaliden su actuación
brillante.
Este tipo de situaciones, que tangible y conscientemente
resultan desagradables porque reafirman una situación de
inferioridad, internamente -a nivel del inconsciente-
producen "tranquilidad", ya que no hay contradicción con la
verdad interna.
Esa
"tranquilidad" es el primer beneficio que obtiene el
individuo cuando reafirma su verdad, situación que es
absolutamente inconsciente, porque se desarrolla como un
diálogo tan íntimo que el mismo individuo no lo escucha. Del
otro lado están los beneficios más directos, tales como la
comodidad, porque al constatarse su "incompetencia" o
"inferioridad", se logra la excusa perfecta: yo no puedo, yo
no soy capaz, no me exijan más. Mientras la persona no logre
detectar ese juego interno, no puede superar la situación de
inferioridad.
Desde la óptica de Francisco Novoa, existen dos extremos que
se registran como complejos: superioridad o inferioridad
ante las cosas, y de allí se desprende gran cantidad de
complejos específicos que están relacionados con las
actividades individuales de cada ser humano.
Por
lo general, una persona con complejo de inferioridad
subutiliza sus posibilidades, mientras que quien padece
complejo de superioridad no conoce límites, lo que la lleva
a estrellarse ante determinadas situaciones que van más allá
de sus conocimientos y capacidades. Incluso, la frustración
que genera el impacto debido a un complejo de superioridad
puede desencadenar complejos de inferioridad.
Los síntomas
Tendencia a la pereza, a abandonar retos, olvidar las metas,
chocar estrepitosamente ante situaciones por haber exagerado
las potencialidades, en fin, resultados muy negativos de
carácter repetitivo, son las características que Francisco
Novoa detecta en una persona que sufre algún complejo. En
este sentido, Argelia Melet señaló que los tres problemas
más frecuentes que llevan a una persona hasta su consulta
-por trastornos de personalidad/complejos- son la dificultad
en el desempeño social y logro de metas, la ansiedad
(especie de temor inespecífico y sin motivos) y la depresión
(entendida como una suerte de derrota psicológica y
biológica ante las dificultades). Otros síntomas de estos
problemas son la pérdida de sueño y apetito, incapacidad
para concentrarse, preocupación irracional por todo
-especialmente por el futuro- y temor a actuar, ya sea
porque no siente ánimos para hacerlo o porque
psicológicamente duda ante el más mínimo problema.
Superar el conflicto
En el terreno de las soluciones a este tipo de problemas,
bien sea complejo o trastorno de personalidad, los
psicólogos y los psiquiatras están capacitados para ayudar
al paciente, siempre y cuando se haga un buen equipo con el
especialista.
Del
lado de los tratamientos alternativos están las terapias de
desarrollo personal, conocidas con el nombre de
psiconeurolingüística, porque su función es la decodificar
una actitud o comportamiento en el cerebro de la persona
para reprogramar al paciente
Desde el punto de vista de Argelia Melet, ese tipo de
terapias no contempla el problema de la estructura de la
personalidad; es decir, se aboca a atender un asunto
específico sin considerar integralmente la personalidad del
individuo.
En opinión de la psiquiatra, los trastornos de personalidad
y los complejos se pueden tratar para que la persona mejore
apreciablemente su padecimiento y pueda desenvolverse
acertadamente. En lo que respecta específicamente al
tratamiento, Melet levanta un perfil o historia del paciente
donde indaga en su vida infantil, relaciones con los padres,
familiares y amigos; de esta manera establece una imagen
global del individuo. Luego prepara un diagnóstico y
posteriormente busca concientizar al paciente de que tiene
un conjunto de problemas, para proceder a trabajar en un
reaprendizaje que tienda a superar la situación conflictiva.
En este punto, el psiquiatra le señala constantemente al
paciente las soluciones que fueron delineadas a lo largo de
las sesiones, porque la persona tiende a abandonar con
cierta frecuencia el tratamiento, una vez que comienza la
fase de aplicar las herramientas que convino con el
especialista, en su vida cotidiana. Sobre la práctica y los
resultados, el especialista y el paciente ajustan las
acciones a seguir.
Ahora bien, el tratamiento que aplica un terapista de
personalidad gira en torno al conocimiento que cada quien
tiene sobre sus resultados ante las situaciones, ya que esta
persona no conoce sus programaciones inconscientes.
Una
vez esclarecidos ambos aspectos, el terapista busca
establecer verdades internas que apoyen los resultados que
se esperan, y si fuera el caso, sustituir las codificaciones
negativas. Según la experiencia de Novoa, cuando se obtiene
un resultado distinto a lo que se espera, lo que hay que
hacer es observarlo, no olvidarlo y comenzar a utilizar
técnicas de afirmaciones repetitivas que estén diseñadas en
función de alcanzar ese resultado.
Las
técnicas repetitivas lo que buscan es cambiar el estado de
conciencia del individuo; o sea, limpiar el inconsciente de
las programaciones limitantes.
Para lograr esta reprogramación el paciente debe definir
-con ayuda del terapista- las afirmaciones, que son
oraciones estructuradas en forma positiva en acción y en
tiempo presentes. Estas afirmaciones se deben repetir, más
allá de las contradicciones internas que genera escuchar una
afirmación que se opone a la verdad interna. Al actuar ante
la situación y obtener resultados positivos, las
afirmaciones pasan a ser nuevas programaciones que
sustituyen al criterio limitante.
Cabe destacar que las afirmaciones y repeticiones se
establecen en torno a visualizaciones que el paciente debe
delinear nítidamente como metas por alcanzar, para lograr el
crecimiento personal y la superación de los problemas. Este
trabajo es individual e interno, nadie lo puede hacer por
otro. Desde luego, puede que una programación cambie sin
este tipo de trabajo cuando sucede un hecho fortuito
contundente que trastoque los criterios del individuo; sin
embargo, no es lo común.

Obsesivo-Compulsivo
Las obsesiones:
El amargo pan de cada día
¿Quién no ha tenido
alguna vez ideas o preocupaciones que de forma repetitiva le
asaltan sin que sepa alejarlas para vivir sin su pernicioso
influjo?
No son pocos quienes dudan
sistemáticamente si han cerrado bien la puerta, desconectado
el gas, apagado la luz... y vuelven una y otra vez a
confirmar que, efectivamente, sí lo habían hecho. Otras
personas ritualizan su vida
las baldosas de las cocinas o
los peldaños de las escaleras, no pisar las rayas del suelo,
retener las matrículas de los coches, ocupar siempre el
mismo asiento en las reuniones o comidas, portar un objeto
inútil en el bolsillo... Pero esto no son sino
manifestaciones casi anecdóticas de unas costumbres que
pueden convertirse en un verdadero problema psicológico.
Todos tenemos hábitos que, a pesar de que merezcan el
calificactivo de manías, consideramos normales. Pero cuando
estos pensamientos o manías hacen sufrir nos encontramos con
los trastornos obsesivo compulsivos. Las obsesiones son
pensamientos que se repiten de forma insistente a pesar de
la voluntad del individuo, y que escapan a su control.
Si los pensamientos obsesivos se
convierten en gestos de conducta casi automática, devienen
en compulsiones, acciones o manías que la persona se ve
forzada a ejecutar para sentirse bien o, al menos,
tranquila. Es consciente de lo absurdas e irracionales que
son, pero se siente incapaz de eludirlas. Cuando las
compulsiones se asocian entre sí, formando una cadena, se
convierten en rituales patológicos.
Catálogo de
rituales obsesivos
Casi siempre están relacionados con:
 |
La limpieza.
Quienes los padecen tiene pavor a
quedar contaminados con lo que tocan o rozan y se
lavan repetidamente las manos. Incluso llegan a
evitar dar la mano o cualquier contacto físico en
los saludos. Una motita de polvo en un mueble les
parece algo horrible. |
 |
El orden No
soportan que alguna cosa se halle, siquiera
temporalmente, fuera de su sitio. Incluso si ocupan
su lugar debe ser en simetría o en conformidad con
los ángulos de la mesa. Tampoco soportan que los
demás no cumplan con esos cánones del orden
compulsivo y las personas que conviven en la casa,
sean adultos o no, habrán de cumplir estrictamente
con las normas de orden y limpieza impuestas por el
afectado por esta manía. |
 |
Comportamientos indecisos.
Por ejemplo, comprueban una y
otra vez cómo está la casa antes de cerrar la
puerta. Y aun así, vuelven a entrar después de haber
cerrado. Ante cualquier decisión, por nimia que sea,
lo pensarán durante meses. Y, una vez adoptada,
dudarán si fue acertada. Y reflexionarán
incasablemente sobre si han hecho bien, o
consultarán con otras fuentes. |
Distinguir los
pensamientos obsesivos
Todos tenemos manías, preocupaciones o
pensamientos repetidos. Pero si la obsesión llega a
dificultar o impedir las relaciones sociales, si la persona
pierde libertad... nos hallamos ante un trastorno obsesivo
compulsivo que puede requerir de la intervención de un
especialista. Resultaría interminable enumerar las
consecuencias que pueden acarrear los pensamientos
irracionales en quienes los padecen y en quienes conviven
con estas personas. El catálogo es muy amplio, desde los
inconvenientes más triviales hasta los desenlaces más
dramáticos. Y todo ello sólo por haber interpretado
distorsionadamente la realidad. Ya en el siglo I, Epicteto,
un filósofo estoico, afirmaba que «los hombres no se
perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación
que hacen de ellas». En cualquier caso, lo interesante es
saber cómo librarse de las obsesiones y hacer frente a estos
pensamientos irracionales y distorsionados. Y,
consecuentemente, cómo conseguir vencer a las conductas
compulsivas.
La psicología científica, de la mano de
autores como Ellis, Beck, Mahoney o Golfried, ha alumbrado
la Reestructuración Cognitiva, una técnica psicológica cuyo
objetivo es identificar, analizar y modificar las
interpretaciones o pensamientos erróneos que las personas
experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de
otras personas.
Los
pensamientos negativos
El pensamiento, en general, es un diálogo
con nosotros mismos en el que terminamos haciendo
afirmaciones sobre determinadas situaciones. Pueden ser
positivos si nos hacen sentir bien y nos ayudan; o
negativos, si nos originan emociones negativas o nos hacen
sufrir. Serán racionales si se corresponden con lo que
sucede objetivamente en la realidad, e irracionales si se
alejan de lo que sucede.
Los pensamientos que causan más
sufrimiento son los irracionales negativos. Describamos
algunos :
 |
Pensamiento filtrante.
Se toman los detalles negativos y se
magnifican, sin filtrar los aspectos positivos de la
situación. |
 |
Pensamiento polarizado.
El maniqueismo: las cosas son blancas o negras. La
persona ha de ser perfecta; si no, es un fracasado.
No hay término medio. |
 |
Sobregeneralización del pensamiento.
Se extrae una conclusión
general de un simple incidente. Si ocurre algo malo
en una ocasión, se esperará que ocurra una y otra
vez. |
 |
Interpretación del pensamiento.
Creemos saber qué sienten los demás y por qué se
comportan como lo hacen. Nos vemos capaces de
adivinar lo que sienten los demás acerca de
nosotros. |
 |
Visión catastrofista.
Se vaticina, se espera y se teme irracionalmente, el
desastre. El individuo se entera de un problema y
empieza a decirse «¿y si ocurre que...?», «¿y si me
sucede a mí?» |
 |
Personalización.
Creemos que todo lo que la gente hace o dice es una
forma de reacción hacia nosotros. Y nos comparamos
con los demás, intentando determinar quién es más
elegante, quién es más brillante, quién tiene
aspecto más saludable¿ |
 |
Culpabilidad.
Mantiene que los demás son responsables de su
sufrimiento o adopta el punto de vista opuesto y se
culpa a sí mismo de los problemas ajenos. |
Cómo actuar
ante los pensamientos irracionales negativos
 |
Seamos conscientes
de la influencia que tienen sobre
nuestra conducta y emociones. Los pensamientos son
esos monólogos que mantenemos con nosotros mismos
interpretando la realidad que nos rodea y a nosotros
mismos. Pero son sólo hipótesis a demostrar.
|
 |
Identificar los pensamientos,
determinar en qué medida son
objetivas esas interpretaciones de la realidad,
hasta qué punto son racionales. Y hasta qué punto
son polizones que se han colado sin nuestro permiso
y nos hacen sufrir sin razón. La alarma salta cuando
nos producen emociones negativas como miedo,
angustia o tristeza. Desenmascaremos entonces al
polizón y examinémoslo sobre la racionalidad y la
adecuación con la realidad. |
 |
Analizarlos, partiendo de que son sólo hipótesis a
demostrar y que pensar algo no significa que sea
cierto. |
Cómo analizar si los pensamientos se
ajustan a la realidad
 |
Qué
datos objetivos de la realidad apoyan e invalidan
ese pensamiento. |
 |
Con
qué argumentos se defendería ese pensamiento ante
otra persona |
 |
Qué
probabilidad existe de que suceda lo que se piensa.
|
 |
Si lo
tuviera otra persona, qué le diría yo para
demostrarle que está en un error. |
 |
Es esa
la única forma de interpretar la situación o existen
otras . |
Cómo analizar si influyen en los
estados emocionales y en las conductas
 |
¿Me
ayuda a conseguir mis objetivos? |
 |
¿Me
hace bien o me hace daño? |
 |
¿Cómo
influye en mi estado de ánimo? |
 |
¿Cómo
influye en mi conducta? |
Cómo analizar qué ocurriría si lo que
se piensa fuera cierto.
 |
Incluso si lo que pienso es correcto ¿es realmente
una catástrofe? |
 |
¿Qué
consecuencias reales tendría para mí si ocurriera?
|
 |
Si es
así, ¿está justificado que me descomponga tanto?
|
 |
Si lo
malo ocurre, ¿será para siempre? ¿O algo temporal? |

LA
HIPOCONDRIA: EL ENFERMO IMAGINARIO
La hipocondría
es, en esencia, una actitud que el individuo adopta
ante la enfermedad. La persona hipocondríaca está
constantemente sometida a un análisis minucioso y
preocupado de sus funciones fisiológicas básicas,
pensando en ellas como una fuente de segura
enfermedad biológica.
La característica
esencial de la hipocondría es la preocupación y el
miedo a padecer, o la convicción de tener, una
enfermedad grave, a partir de la interpretación
personal de alguna sensación corporal u otro signo
que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por
ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses,
incluso latidos del corazón, movimientos
involuntarios, o sensaciones físicas no muy claras.
Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el
hipocondríaco solamente se queda tranquilo un rato,
pero su preocupación vuelve de nuevo. |
La interpretación catastrófica
de los signos corporales más ínfimos por parte del
individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría.
Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes
familiares, es
decir, que muchos miembros de una familia tienden a estar
afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y
están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos
de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta
forma, los miembros de la misma familia aprenden a
interpretar de negativamente cualquier signo corporal y lo
asocian con angustia, miedo o ansiedad.
No debemos
descartar que una persona hipocondríaca esté realmente
enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su
atención en síntomas leves o imaginarios (mareos, dolor de
cabeza, etc.), y no en los verdaderamente importantes.
Asimismo, el hipocondríaco al centrar su atención emocional
en una determinada función biológica, puede terminar por
formar síntomas orgánicos reales (reacciones
psicosomáticas).
Sintomatología
Estamos ante un trastorno asociado muy
a menudo con la ansiedad, por lo que el principal
síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que
siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente
sobre sus síntomas, reales o imaginarios, llegando a
percatarse de signos funcionales que normalmente se escapan
a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos,
funciones digestivas, etc.). Puede describir su cuadro
clínico con una sutileza impresionante, aclarando repetidas
veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La
atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio
de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de
respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces
al día), sino también en la cantidad y composición de los
alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué
grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.
La característica esencial de la
hipocondría es la preocupación y el miedo
a padecer, o la convicción de
tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación
personal de uno o más signos o síntomas somáticos. La
sintomatología más típicamente hipocondríaca es la
sugestiva, que experimenta acompañada de una especial
alteración negativa del estado de ánimo, sumamente
desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica
frente a sus molestias, de las que siempre cree que son el
comienzo de enfermedades graves. Finalmente, el
hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse
a cuidar su enfermedad imaginaria.
En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen
referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o
movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores
(pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas
vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas...). El
individuo atribuye estos síntomas o signos a una enfermedad
temida y se encuentra muy preocupado por su padecimiento.
Pero en realidad no existe ninguna enfermedad médica
asociada a los síntomas, y si el paciente está enfermo
verdaderamente, su enfermedad no está relacionada con ellos.
Diagnóstico
La hipocondría
hay que distinguirla de ser aprensivo; en la
hipocondría el malestar es significativo y afecta la vida
laboral, social u otras áreas importantes de la vida del
sujeto. Hay que considerar también que la duración de la
sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de
diagnosticar dicha enfermedad.
Se debe
asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna
enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el
paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de
su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad
de un trastorno psicológico.
Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10)
para la hipocondría especifican que debe existir la
convicción de "estar padeciendo como máximo dos enfermedades
médicas importantes" y exigen que, por lo menos, una de
ellas sea correcta y específicamente nombrada por el
individuo que presenta el trastorno hipocondríaco.
En
psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un
síntoma en algunas formas de depresión endógena,
especialmente en la melancolía involutiva (depresión de los
ancianos). También puede adquirir en ciertos casos los
rasgos de un desarrollo delirante, de contenido
hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca.
Multitud de neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos,
como organoneuróticos y pacientes psicosomáticos, destacan
en su cuadro clínico general la actitud hipocondríaca.
Tratamiento
En algunos casos, se
utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los
síntomas ansiosos tan importantes que padecen estos
pacientes.
Conjuntamente, se puede
utilizar una terapia psicológica cognitivo-conductual,
en la que se promueve la pérdida de la angustia y el miedo a
la enfermedad que el hipocondríaco siente.
En un principio se le
pide que no acuda a más la consulta del médico ni a las
urgencias hospitalarias y que no hable de salud ni de
enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de
la familia del paciente, ya que han de entender que tiene un
problema real, aunque no el que el paciente refiere, sino
otro igualmente preocupante. Una vez que se ha establecido
este marco fuera de la consulta, comienza el tratamiento
psicológico propiamente dicho.
Como ya hemos dicho, el
tratamiento básico consiste en perder el miedo a la
enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia
producida por el pensamiento de estar enfermo, como
sensación desagradable e incontrolable, se convierte en el
desencadenante dicho miedo. Para conseguir la desaparición
de estos temores, se emplea la desensibilización en la
imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que
finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia
y sin miedo.
El paciente puede
entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales
y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su
cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede
convertir en un generador de placer y confianza.
Finalmente, se trabaja
para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros
problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de
decisiones difíciles, cambio de trabajo, separaciones, etc.
Se intenta evitar de forma que en el futuro se desencadenen
situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden
hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.

Esquizofrenia
Recuerdo aquellas clases
de Psicopatología de adultos con el profesor Obiols cuando
se hablaba de las Psicosis y entre éstas de la
esquizofrenia. Me sentía totalmente fascinada porque jamás
había visto alguien con las características comunes que se
mencionaban, a no ser que aquellos sujetos que vi el día que
tuve que hacer una tarea escolar en un antiguo "Manicomio"
de la ciudad lo fueran, pero eso sucedió cuando yo apenas
tenia los 12 años y ése sería mi primer contacto con la
irrealidad. Aquella visita realmente me impactó, cada cual
ejercía acciones distintas pero todos tenían la misma
desconexión plasmada en sus ojos. Creo que soñé con ellos
durante una semana, pero entonces los llamaba "locos". Ahora
sé que la locura no existe. A esos manicomios de antes donde
se encerraban a aquéllos que no entendía la sociedad, los
llaman ahora Psiquiátricos y pretenden ser más flexibles en
cuanto a la imposición de normas.
La esquizofrenia puede ser
de varios tipos pero todas tienen en común la misma
sensación de irrealidad, de vivencia en mundo paralelo, de
ser simple espectador ante la representación teatral del
mundo. Su aislamiento de la realidad es la característica
que la hace merecedora de tal diagnóstico. A partir de ahí y
dependiendo de otros síntomas se clasificará en un tipo u
otro.
Según DSM-IV
(clasificación psiquiátrica de enfermedades mentales) los
tipos pueden ser:
 |
PARANOIDE |
 |
DESORGANIZADO |
 |
CATATÓNICO |
 |
INDIFERENCIADO |
 |
RESIDUAL |
En la paranoide
el sujeto se preocupa por una o más ideas delirantes o
alucinaciones auditivas frecuentes. El lenguaje no está
desorganizado, no presenta un nivel afectivo inapropiado
pero sí se imagina que le persiguen o que le hablan a través
de su propio cuerpo.
En el tipo desorganizado el lenguaje es
incoherente así como la expresión de los afectos o su
comportamiento.
Para que hablemos de
esquizofrenia catatónica al menos el
paciente debe presentar dos de los síntomas siguientes
(según DSM-IV):
-
Inmovilidad motora
manifestada por catalepsia o estupor.
-
Actividad motora
excesiva.
-
Negativismo extremo o
mutismo.
-
Peculiaridades del
movimiento voluntario manifestadas por la adopción de
posturas extrañas, movimientos estereotipados,
manierismos marcados.
-
Ecolalia o ecopraxia
(en su forma de hablar).
El tipo
indiferenciado es porque no puede catalogarse en
ninguna de las mencionadas aunque sí cumple los criterios
para hablar de Esquizofrenia.
En el tipo
residual no hay alucinaciones ni delirios. Su
lenguaje no está desorganizado ni presenta una extraña
movilidad pero sí existen creencias raras o experiencias
perceptivas no habituales.
Ante una esquizofrenia
podemos hablar de las 4 "A"
en referencia a sus características más sobresalientes:
-
Autismo
-
Falta de Afectividad
-
Ambivalencia
(no podemos preveer jamás como reaccionarán).
-
Asociación.
(asociaciones ilógicas habitualmente).
Existe una escisión de la
personalidad en el esquizofrénico. La realidad se vive de
forma alterada. El esquizofrénico se deteriora
progresivamente a cada nuevo brote de su enfermedad.
Cuando estudiaba en la
Facultad creía que los esquizofrénicos eran aquellos que
veían o oían cosas "raras" pero luego en mi trabajo en el
Hospital pude comprobar que existe el "aplanamiento
afectivo" que podría hacer pensar en una depresión, en un
paciente esquizoafectivo sin necesidad de que hubiera la
alucinación que caracteriza las psicosis.
Conocí a Carlos cuando yo
pasaba visitas a la sala de Psiquiatría de un conocido
hospital catalán junto con el psiquiatra encargado de mi
master. En dicha sala se encontraban internados 10 pacientes
de diferente diagnóstico psiquiátrico. La mayoría eran
personas mayores salvo Carlos, otro paciente con TOC
(Trastorno obsesivo compulsivo) llamado Víctor que
finalmente trasladamos de centro por falta de recursos
propios y Mónica, una adolescente que le gustaba "comerse"
todo lo que pillaba por delante (bolígrafos, termómetros,
etc…) así es que había pasado por quirófano varias veces en
sus múltiples tentativas de suicidio o autodestrucción.
Carlos me gustó desde el
primer día por su delicado aire infantil y a la vez
inocente. Tenía mi misma edad y parecía haber perdido toda
ilusión que caracteriza nuestra etapa juvenil. Sus
fascinantes ojos azules siempre anclados en un horizonte que
carecía de objetivo donde fijarlos. Su cuerpo se sentía
siempre cansado y, a pesar de las exigencias de su médico de
que evitara el meterse en cama, siempre se encontraba
acostado porque sufría de una apatía extrema.
Supongo que la suerte o
casualidad provocaron que mi mentor delegara el caso de
Carlos en mi persona mientras él se mantenía ocupado en
otros quehaceres. Pudiendo ejercer libremente la labor
terapéutica en un despacho provisto para la ocasión, di
rienda suelta a mi trabajo psicológico.
Mi objetivo era doble:
conseguir que sonriera y que paseara por las diferentes
disposiciones del hospital.
Parecerán simples objetivos pero para Carlos era todo un
logro conseguirlo y yo sabía que si lo lograba, eso
supondría un avance en su enfermedad de manera que junto con
la medicación imprescindible de todo esquizofrénico, pudiera
empezar a contactar con el entorno y "sentir". Su enfermedad
sería más llevadera tanto para él como para su familia si
lográbamos ambos propósitos aunque para mantenerlo
tuviéramos que estar "encima" continuamente.
Tenía unos padres que lo
querían y se preocupaban mucho por él, así es que si en su
internamiento avanzábamos algo, podrían ellos ocuparse de él
en casa intentando que llevara medianamente lo que podemos
llamar "vida normal" para un esquizofrénico. Tras dos o tres
visitas sin ninguno de los resultados deseados le pedí que
me mirara con sus bonitos ojos y supongo al sentirse turbado
sonrió. Fue algo apenas perceptible pero lo suficiente para
sentirme satisfecha en mi propósito.
Luis, el doctor, apenas
podía creerlo cuando transcurridas unas semanas volvió a
visitarlo junto a mí. Habíamos conseguido relativamente poco
para otros pero para nosotros eran verdaderos logros. El
primero, su sonrisa que volvía a estar presente ante chistes,
comentarios sarcásticos o simplemente muestra de afecto. El
segundo, mantenerse de pie, sin acostarse o tumbarse,
durante todo el día salvo la noche y la siesta de la tarde.
Y finalmente, sus salidas hasta la entrada del hospital o
hasta la planta 5ª.
Recuerdo que la primera
vez salió conmigo y estuvo todo el paseo quejándose de todo
tipo de dolores musculares, intentando volver varias veces.
Los primeros días si lo encontraba acostado se justificaba
porque había salido al pasillo durante cinco minutos y eso
lo había agotado. A las enfermeras les tenía dicho que no
admitieran su cansancio y si hacía falta lo levantaran a la
fuerza. Una mañana fui yo quién le increpó una jarra de agua
para sacarlo de la cama. Realmente no fue fácil pero
conseguimos avances y conforme los fuimos alcanzando él se
sentía mejor y a la vez más consciente de la aterradora
realidad que giraba en torno a su enfermedad. Un mal que le
haría de sombra toda su vida.
En su historia clínica ése
fue su segundo brote importante tras la separación de su
mujer por deseo de ella. Como respuesta él se derrumbó y
tuvo que ser hospitalizado. Era uno de los antiguos, se
había acostumbrado a la rutina del hospital. Yo lo liberé de
alguna manera de esa "rutina" pero devolviéndole a la
realidad se aferraba con fuerza a recuperar a su mujer que
ya no lo amaba pero eso él no lo entendía. Si él estaba
bien, no enfermo, ella seguiría con él. La realidad era
otra, me aclaró su madre, ella se había vuelto a casar e
inclusive no quería que Carlos pudiera visitar los fines de
semana alternos a su propio hijo, porque sí, Carlos tenía un
hijo de 5 años que apenas conocía o había sabido tratar.
Cuando le pregunté sobre sus expectativas a Carlos se puso a
llorar con la inocencia de un bebé. Me dijo que sólo quería
tener a su lado a su mujer y a su hijo y merecer su cariño
no su comprensión. Me hablo del niño y me contó que se
avergonzaba de sí mismo ante él, de su esquizofrenia con la
que tendría que vivir para el resto de sus días.
La conciencia de la
enfermedad invalidante le habían enterrado en un caparazón
con todos sus recuerdos bien hundidos. No deseaba salir al
mundo, a un mundo al que no podía servir con su
esquizofrenia siempre tras sus talones. Porque uno nace,
vive y muere, por así decirlo, siendo esquizofrénico o al
menos, diferente a los seres humanos
¿normales?
|